Fabricio Estrada es una de las voces
más valiosas de la poesía hondureña que desde la década de mil novecientos
noventa, se rebeló a un canon agotado en los usos del realismo social y en el
lirismo taimado.
Su poesía se arraiga en formas orales que
hacen resplandecer sus imágenes y en cierta retórica del discurso clásico. Dos
centros que al combinarse permiten nombrar con espontaneidad los hechos
poéticos y darles un énfasis grave, casi siempre en primera persona, lo que trae
como efecto una evocación enérgica.
Su libro “33 revoluciones para Rodríguez”
es una rara avis en nuestra tradición
poética. Constituido por trece poemas de mediano aliento, es un homenaje a
Sixto Rodríguez, un artista a quien no rozó la fama, un luminoso perdedor que
vivió en Detroit devorado por el olvido, mientras al otro lado del mundo, en
Sudáfrica, era un artista venerado: sus canciones eran banderas de lucha a
favor de la conquista de los Derechos Humanos, pero él lo supo hasta muchos
años después.
Un jurado internacional compuesto por
Helen Umaña, Jorge Paolantonio y Javier Alvarado, le otorgaron al libro el
Premio Nacional de Poesía Los Confines 2017 “por el desarrollo de una propuesta
sólida a través de recursos musicales, ecos, alusiones, asociaciones culturales,
referentes históricos, geográficos y políticos, donde se refleja el tono
emotivo que va in crescendo a lo largo del poemario”.
Editado por la Editorial Universitaria
de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras en 2018, es un libro de hondas
evocaciones sobre Honduras, sin referirse directamente a nuestra realidad. El
poema también es lo que no se escribe. Esa es la grandeza de Estrada: escribir
incendiando los límites, insistir furiosamente en el absurdo, en esa geografía
interior que nos permite comprender los imaginarios desde otra perspectiva,
universal y dialéctica, destruyendo el discurso unilateral del poder.
Fabricio Estrada, ha escrito un gran
libro, desenfadado y pulcro; lleno de registros léxicos populares y de códigos
universales que se trastocan a través de la intertextualidad, las mutaciones
del lenguaje y las reminiscencias que forjan miradas profundas del mundo. Un
libro que sin hablar de Honduras nos cuenta mucho de ella, “por una extraña/
coincidencia de los tristes que tejen distancias/ y van arrastrando los
continentes hacia su íntima proximidad”.
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