Si se habla del arte contemporáneo en Honduras, la obra de Santos Arzú Quioto, es tema de partida y de regreso. Y el regreso implica caminar sobre la frontera de dos siglos cuyas décadas, la del fin del siglo XX y la del inicio del siglo XXI, están signadas, en nuestro caso, por esa deriva mental e ideológica de los noventa que hicieron que el arte hondureño, de aquella aventura estruendosa del realismo social, volviera a cierto estado de contemplación donde lo político se reinterpretó, pero no como la pieza única de la partida, sino como una de las piezas y de las jugadas; es así que surgen proyectos cuya esencia (que también es política) visita el imaginario del hombre hondureño desde el existencialismo, la antropología y lo etnográfico. La mirada es diferente: a la representación pura se antepone lo conceptual, pero con formas de comunicación que rebasan la sola narrativa de interpretación de elementos de la tradición y que presta de la tecnología, d...