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Tegucifossil, tiempo que nos inventa y nos destruye




La exposición de arte contemporáneo Tegucifossil de Adonay Navarro, replantea un diálogo visual entre la práctica de oficio de su creador, la experimentación, el salto a lo conceptual desde el arte de tradición y la lectura de los ecos de un mundo vacío, que intenta ser llenado con los desperdicios del capitalismo y con la multiplicación del desarraigo.


La muestra es una herida abierta por no decir un lenguaje abierto, planteado desde el uso de materiales desechados, objetos estropeados y herramientas inservibles que edifican una propuesta artística reveladora al ser ensamblados nuevamente con otras piezas, con dibujos, con ramas disecadas o vueltos material de exhibición en botes de vidrio. Los fósiles de Adonay Navarro más que evidencia de un tiempo antiguo, son ecos de un pasado inmediato, de un presente que se desbarata en los espejismos técnicos y un indicio apocalíptico de la práctica tecnológica. Sus fósiles son tan modernos como los últimos experimentos genéticos o las reglas reinventadas en los tratados del comercio internacional. 


Es interesante reflexionar sobre el gesto artístico antes de la construcción de esas estructuras: Adonay Navarro colecta, no el desperdicio, sino la huella del progreso; no intenta darnos lecciones de reciclaje y de ecologismo, sino encontrar la huella humana en los desechos y probar con ello que poseen una historia y que, no sólo en su materia, sino en la abstracción sobre esa historia como objetos, el hombre puede conciliarse con su futuro y reinventarse.


Para efectos de una lectura crítica es necesario comprender este instante creativo de Adonay Navarro, un artista que ha sido vinculado a la tradición plástica del país, a expresiones validadas por el canon nacional y sus instituciones; sin embargo, considero su obra en este momento como obra en evolución, en experimentación constante, reveladora por el salto estético de Adonay Navarro, por sus búsquedas más allá de las lecturas planas e inmediatas de algún arte de tradición, tímido a veces respecto a sus relaciones materico-conceptuales; es una obra que permite aún ser vista como pintura y como escultura experimental, pero a la vez niega el universo de la pintura y la escultura, es una obra que yace en el filo de las dicotomías; su presencia en el espacio expositivo se enriquece cuando se piensa en el proceso que la llevó ahí o que la indujo de ser objeto vacuo a volverse obra de arte; pero también es una obra que expone las habilidades de un pintor, de un dibujante y de un escultor, prueba de ello es que algunos de los objetos colectados han sido tratados como raros lienzos o superficies de soporte para el dibujo, igual sucede con otros objetos tratados desde el oficio de la escultura. 

En el plano de apreciación Adonay Navarro está en el ojo de muchos: será visto de reojo por sus maestros y por su generación, al determinar este momento de creación experimental como una rara lejanía; y estoy seguro que la generación que hace arte contemporáneo, no van a pasar inadvertida lo que desde su óptica es una rara cercanía.


La exposición Tegucifossil se nos presenta como tres salas de exposición en el Centro Cultural de España en Tegucigalpa; cada sala conectada conceptualmente, pero construidas de diferentes maneras discursivas que poseen su propio universo emisor y sus paradigmas de significación. Comparten esas obras una concentración de recursos y materiales y la mano técnica de su hacedor, pues Adonay Navarro ha privilegiado de entrada que las estructuras visuales en exhibición posean una depuración a prueba de todo, casi intencionalmente evidencian el proceso de su oficio.
 
La primera sala “Espacio resiliente”, es una obra compuesta por seis pinturas blancas, raídas del centro donde los fósiles habitan y los cables conectores cuelgan; aquí estamos ante los elementos de la pintura y ante la intervención de otros lenguajes como el minimalismo. La idea no es presentar un mundo desgastado donde el fósil habita, sino raer para encontrar el vacío e indagar el vacío una y otra vez hasta la imposibilidad, tratando de encontrar ese punto donde naturaleza y artificio humano pueden convivir en armonía, poniendo a prueba el oficio de la voluntad humana por tratar de reencontrar lo perdido, por ver de frente la incomprensión y resurgir desde esa condición. Este espacio blanco posee cierto intimismo y sus relaciones van desde el silencio hasta cierto sentido de verificación del oficio de Adonay Navarro y de su versión de un mundo de adversidades, pero también de atributos superiores, un mundo donde la resiliencia bien puede ser heroica cuando se trata de un estado individual, de historias íntimas donde no sólo hay una fuerza interior que es capaz de imponerse ante la adversidad, sino de construir unos significados éticos para entender la necesidad de superación, dejando de lado la victimización y rozando a la masa social para que pueda considerarse universo ante los obstáculos de su tiempo, porque la resiliencia es antes que nada considerada desde la psicología como esa posibilidad (¿o necesidad?) del ser humano por sobreponerse a la crisis, esa puede ser una virtud individual, aunque no se niega que grupos enteros también pueden interiorizar esta fuerza, pero sin duda esto es posible cuando hay un sentido de comunidad o cuando un fenómeno ha afectado a todos.


La siguiente sala “Tegucifossil” puede ser entendida desde el proceso, hasta el uso de los materiales decantados; esta sala tiene tres instantes marcados, los cincuenta maderos encontrados en el río, quemados, tratados con pintura blanca y negra, son estacas flotantes, dispuestos como cerco o como horizonte, cada madero tiene su parte inferior negra, quemada y la superior blanca, lo negro indica el espacio muerto y lo blanco, espacio vacío, aunque ya se insinúa que será llenado por pequeñas hierbas o ramas dibujadas con tinta. La otra pieza son cincuenta estructuras de fondo blanco que contienen una base donde van adheridos centenares de fragmentos de desechos, esta pieza es quizá la más fría de esta sala y de toda la muestra, pues se trata de una confrontación con los desperdicios ya limpios y dispuestos con pericia compositiva. La siguiente pieza, es una serie de cincuenta botes que contienen maderos secos colectados, pintados de blanco o de negro, restos de tornillos, vidrio, clavos; todos son materiales en desuso dentro de botes sellados, es una magnifica pieza, donde uno puede percibir la edad nueva de los contenidos y el distanciamiento temporal por ese tratamiento envejecido de la pieza, sellada, al alcance, pero que impone respeto y despierta curiosidad por ver su contenido, es una pieza que invita a ver algo de nosotros, de lo que dejamos a nuestro paso: sedimento y memoria, versión efímera de un tiempo que nos inventa y nos destruye o viceversa.


“Articulados” es la tercera sala de exposición, es la obra que ocupa mayor espacio y es la suma de la destrucción; objetos que fueron inventados, manipulados, desechados, destruidos, olvidados y que luego resurgieron para ser obra de arte: serruchos desvencijados, faroles, tableros de automóviles, juguetes bélicos y otros tiernos como osos, duendes, cepillos dentales. Este salón es como una gran piano surrealista donde se ha de ejecutar la sinfonía de los despojos. Todo lo que existe aquí pertenece a la deriva, al olvido, todo es reducto y está signado por la desesperación y la necesidad de resurgir o quizá reinventarse, una piqueta que quiere ser árbol, un farol que quiere producir clorofila; todo se ensambla, se ha limpiado, se adhiere a dibujos pintados por el artista, a las ramas fósiles o secas que esperan la lluvia o prometen hojas y flores cuando las estaciones sean más benévolas.


Este recorrido por Tegucifossil bien puede traernos a la mente diferentes discusiones, desde las ecológicas, las políticas, las tecnológicas y las antropológicas. Es una magnifica propuesta estética, coherente y definida, una forma de convocar y evocar no sólo la discusión sobre las realidades de nuestro mundo, sino sobre la realidad estética nacional, obra que goza de buena salud, espacio donde cohabitan las expresiones de la tradición y las nuevas tendencias de nuestro arte. 



Salvador Madrid

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