“Noctámbulo” es un libro de poesía hondureña del que pocos hablan,
que muy pocos conocen, y sin embargo, es de esos libros vitales en el panorama
de la nueva generación de poetas hondureños.
Es de las
primeras imágenes bien logradas de poesía urbana de los poetas jóvenes de
Honduras, y en su momento es quizá el libro más osado de su generación,
publicado en formato virtual a inicios de siglo, es un texto mordaz, una voz
enérgica marcada por el individualismo y por la rebeldía contra el canon y contra
la norma social.
Roberto
Becerra, su creador, es el hacedor de una poética que vuelve por la autodestrucción,
el caos creativo, la provocación estética, el humor negro y el desasosiego del
lirismo urbano. Un poeta que no cede terreno al efecticismo y a las poses, que
no es otro imitador barato del genio de Bukowski, de Panero, de Parra y de la
Generación Beat. Poeta de una vocación plena y reveladora que se perfecciona en
la imperfección y en las negaciones de la soledad que acecha.
En la
ciudad, donde muchos creen haber encontrado un lenguaje o un boleto de poetas
al Olimpo, Becerra encontró la más cruda desolación que hipócritamente le
llamaba a verse como habitante, como ciudadano, como joven, esas máscaras
decadentes, arquetipos sociales que el poeta cuestiona con el estoicismo y la
entereza de aquel que realmente ha sobrevivido al infierno.
El poeta Fabricio
Estrada, lo retrata perfectamente en estas palabras: “Roberto Becerra escribe como el herrero que saca de la fragua un metal
candente. No esgrime ni la condescendencia, ni la conmiseración, con nadie, ni
con él mismo. Conoce a la perfección de cuánta desolación se nutre este oficio,
y así lo ha hecho desde que lo conozco, desde aquellas tardes rabiosas en el
Taller Casa Tomada, hasta los días que otros llaman Presente y él llama
Eternidad... De eternos abismos nace lo humano, de ciudades hundidas donde las
palabras tardan segundos en caer...”
Entrego
aquí algunos fragmentos de una entrevista que le realicé hace un tiempo y una
muestra de su poesía:
“Noctámbulo” es la colección de poemas que usted publicó
en un formato electrónico en el año dos mil dos y sin duda es de las
publicaciones más importantes de la poesía actual. ¿Cuál es la historia de ese
libro?
No sé si “Noctámbulo” sea tan importante para la
poesía nacional contemporánea; pero este libro marcó en mí el ascenso de un
joven a su madurez y revela mi personalidad de esa época, mi conflicto diario
con el ser humano y su naturaleza, mi búsqueda personal y mi confrontación
abierta con todo aquel que intentara detenerme.
“Noctámbulo” soy yo entre las pruebas más
dolorosas que esta sociedad le pueda inferir a un joven. Con ese libro aprendí
el valor de no tener nada, y de crearlo todo, de construir con el pensamiento y
la imaginación el futuro, aunque para ello haya que destruirlo. Esta es una
empresa que “Noctámbulo” compendia
perfectamente, pues si el mundo estaba enfermo, había que curarlo con la muerte
y extraer de sus entrañas aquello que podría maravillarlo e iluminarlo.
Hay en su
expresión una fuerza que explota continuamente, pero no es una pose
efecticista, sino un claro diálogo con la vida ¿Dónde empieza y termina esa
búsqueda?
Mi búsqueda
por un lenguaje propio empieza en la soledad total, donde esta sociedad nos
somete a prueba, y nos advierte de su mortal trato con la vida.
Mi lenguaje
primario, entonces, era callado, tímido, pero lleno de búsquedas oníricas e
imaginativas. El juego de la creación era fundamental. Con el tiempo mi
lenguaje fue cambiando de lo contemplativo, a lo inquisitivo, a lo destructivo,
pues sólo aquello que se destruye logra renovarse, ese era mi pensamiento de
ese entonces, reconocerme como una persona con ideas distintas de los demás,
ideas que al entrar en confrontación y al no ser aceptadas por la mayoría
o ni siquiera por la minoría, recargaban
mi mente con angustia y desinterés por la vida; derrotar la mediocridad no sólo
personal sino ajena, se convirtió en mi estandarte. La fuerza motriz de “Noctámbulo” viene de su confrontación
abierta con la sociedad, una sociedad que burlona y sarcástica aceptó la idea
de que otro loco vagabundeara por ella. “Noctámbulo” es la imagen viva de lo que
realmente somos, de cómo realmente luce esta ciudad (Tegucigalpa), sin
mentiras, sin engaños, sin miopía mental y humana, por eso el fin último de “Noctámbulo” es su propia muerte, una
muerte humana próxima al renacimiento intelectual, algo que muy pocas veces fue
entendido, o siquiera examinado en su contexto.
La búsqueda
de “Noctámbulo” termina cuando se alcanza
la madurez intelectual, donde el hombre al descarnarse y al quedar develado en
el tiempo y la historia como sólo un individuo mas, comienza su verdadero
trabajo, desligado de todas aquellas perversiones y sentimientos negros que
sirvieron de combustible para su máquina interna.
La ciudad,
ese escenario de Noctámbulo, cruje
entre las sombras y entre un continuo fragor, no hay cabida para la armonía y
la bondad. Es todo lo contrario de la ciudad que retratan otros poetas, casi
idílicamente, usted destruye ese ideal y nos da el caos.
El caos es
en ciertas culturas, filosofías y pueblos, el comienzo de la vida. Al enfrentar
aquello que nos horroriza, el alma se libera. “Noctámbulo” parte de esta esencial idea al confrontar abiertamente
la sociedad y llevarla al hastío, para que la mente despierte a la verdad por
un momento, y para que sepan que, aquello de lo que se burlan y se ofenden es
la esencia de ellos mismos. “Noctámbulo”
no sólo es el retrato mi mente, sino de la mente de todos.
¿Por qué
escogió ese ímpetu verbal y trató de manera visceral algunos temas como el
amor, el abandono, el tedio y la muerte?
La
construcción catafórica del libro es llana, casi no existe; es un lenguaje
simple y entendible; de allí su fuerza visceral, de no tropezar con el
idealismo retórico y constructivista de la metáfora clásica, si no de acentuar
y remarcar lo obvio, pues claro está que un lenguaje más sencillo y simple
sería entendido por mucha más gente, y el fin de “Noctámbulo” era llegar a las personas con un mensaje claro,
abierto y concreto.
Los seres
que deambulan en su poesía son vistos sin bondad alguna, son incapaces de crear
o corregir su destino y viven estigmatizados por una fuerza manipuladora ¿Qué
fuerza es esta?
Es el terror
que yo mismo enfrente y enfrento diariamente, es esa cadena pesada que
inmoviliza y te deja casi muerto, los personajes de noctámbulo son así,
entienden el terror pero no pueden evitarlo, entienden que la vida puede ser
más noble, bondadosa, llena de experiencias reconfortantes, pero la muerte y la
soledad es algo con lo cual se nace, y
no se puede evitar la confrontación diaria, vivir con el terror de tus
fracasos, de tus sueños, con el terror de la impotencia mental y humana, con el
terror de la mediocridad, a no tener una mente lúcida que explique los
fenómenos que vivimos cada día.
El terror es
la fuerza que empuja y colapsa a Noctámbulo
y que sus personajes padecen.
¿Hay alguna
especie de compromiso entre el escritor y sus lectores?
El único
compromiso que lectores y escritores tenemos es el conocimiento mismo, elevar
el nivel científico e intelectual en el ser humano. Los compromisos no deben de
ser un ancla para la creación, sino puntos de partida para realizarla.
Indudablemente
la obra del creador es su pensamiento y reflexión sobre el mundo. El ser humano
no es un objeto extraño a la naturaleza del mundo, por lo tanto la obra del
artista será reflejo del mismo.
POEMAS DE
NOCTAMBULO DE ROBERTO BECERRA
***
EL tiempo lame como un animal nuestras heridas
y la ciudad
crepita después que alguien
marcó un
número equivocado.
Los puentes
me cruzan los sentidos.
Abajo los
muchachos transitan
para
enseñarse los genitales,
el eco
suspendido abraza mi garganta,
las imágenes
se comprimen en un solo punto
y todo
ocurre al mismo tiempo,
como si la
materia pudiera escucharnos
desde un
lejano cielo
donde todo
duerme bajo el peso de los metales.
***
NO me basta con decir palabras,
con abrir el
ojo de esta herida,
quise
preguntar si está mal hecha.
No me basta
con sudar en las noches
como una
piedra verde
o colocar en
la noche mi dentadura.
Hay momentos
en que deseo
ser más que un par de labios,
más que la
misma desgracia del tiempo,
siento un
poco de ambigüedad cefálica,
de tristeza
onomatopéyica,
sinceramente
las mismas tormentas del domingo,
los mismos y
aburridos instrumentos quirúrgicos.
Dejarse
llevar por otras piernas,
es
definitivamente inhumano,
acariciar el
viento con tu lengua entumecida,
mortificar
el lastre pesadísimo de nuestras quimeras,
cada paso,
cada forma
en que
tiembla la plenitud del deseo,
hay que
acabar con el arma más creativa,
hay que ser
el punto discordante
para
desperdiciar para siempre la esperanza.
***
MUCHAS veces comprendí el feroz suicidio
que se
levanta de las cunetas,
vacilante, estentóreo,
con cierta
marca publicitaria en su quijada.
Las ratas se
despeluzan en nuestras bocas,
y debajo de
la tierra seguimos perdidos,
no somos
universales,
ya que en la
noche todo parece brillar.
El otoño
madura sin semillas,
la estación
del tren vuela
cubierta con
una nueva piel
color
terciopelo.
Los insectos
arrancan su abdomen,
lo colocaban
de carnada.
La noche
besa el suelo y su silencio sangra,
como si
fuera un recuerdo sin dueño,
que aprieta
sus mejillas para morir.
***
A veces olvido que existen las calles,
que un hombre habita en ellas,
olvido que puedo ser yo.
Sé que alguien duerme este día,
¿Pero dónde?
Si alguien muere,
lamentablemente no soy su asesino,
ni siquiera parte de su familia.
A veces olvido los pianos,
las guitarras,
los violines,
es cuando más clásico me siento.
A veces olvido que todo
olvido que puedo ser yo.
Sé que alguien duerme este día,
¿Pero dónde?
Si alguien muere,
lamentablemente no soy su asesino,
ni siquiera parte de su familia.
A veces olvido los pianos,
las guitarras,
los violines,
es cuando más clásico me siento.
A veces olvido que todo
se pierde en la distancia,
es cuando pienso,
en saltar de tu cama,
para romperme todos los huesos.
es cuando pienso,
en saltar de tu cama,
para romperme todos los huesos.
***
ME gustan los pies
perdidos,
los dedos gordos
que tras las columnas de la tarde
transpiran sobre esta tierra
hasta hacerla desaparecer.
Me gusta la mugre,
las pestañas que aniquilan
la desesperanza del mundo
que puedan con sus filamentos
perforar la alquimia de lo que es perfecto.
Sólo en las manos de la ignorancia
puede habitar la maravilla.
Por eso me gustan los estómagos
que aplastan con su expansión
los refugios del arte contemporáneo
porque ellos sí tienen en su vejez
la oportunidad de charlar con los dioses.
Me gustan los olorosos pedazos de carne
que yacen bajo decenas de escombros,
porque ellos sí pueden hablar
de ciencia y filosofía,
me gustan los rastros de sangre,
las bocas torcidas,
los pies que se van llenando de gusanos
para enamorarme;
en fin,
me gusta cuando los hombres y las mujeres,
llegan muertos
al desayuno de mi sombra.
***
NO hay que sentir
nada para estar completos.
Para sentir que nuestra vida es la verdadera
no tenemos que salir a la calle como locos,
con cierto eco estrepitoso en los oídos
que altera hasta el último de los recuerdos
y te impulsa al desorden de la materia,
al ruido fastidioso e infernal
de celosías que se quiebran de sexo.
No tenemos que salir a la calle
como seres temblorosos de la lluvia,
de la noche,
de las hojas que se arrastran con las sombras,
de las manos que se rozan
hasta que nacen los hijos de la desesperación
y la tristeza.
Qué vida tan maravillosa
son los ojos oscuros de las piedras,
el espacio que nos acaricia
con absolutamente nada,
sin embargo es capaz de lanzarte a deambular
por toda una eternidad,
por eso no hay que salir a la calle como locos,
si amamos como locos,
si odiamos como locos,
si lloramos como locos,
si sentimos los atardeceres como locos;
por el contrario,
hay que estar siempre vacíos,
para que la noche y el mundo
tímidamente se refugien,
lanzando los mares como redes de plancton
en un giro sorprendente y silencioso.