Kalton Harold
Bruhl es un narrador atípico y que poco se acopla dentro del panorama de los
narradores jóvenes de Honduras y ese es un buen signo.
Es
interesante una propuesta narrativa que se asoma desde las antípodas y que
explora un género en el que se requiere no sólo el peso de una historia, sino
una habilidad para cerrar el relato con certeza, y en Kalton esa certeza y ese
cierre, están lejos de ser final, todo lo contrario, abren la subjetividad y
los significados hacia la imposibilidad, el absurdo o el humor negro. La
sospecha, los mundos paralelos, el terror, la intriga de las interrogantes o de
las explicaciones, modulan cada texto y sus finales en cierto modo son inicios
hacia lo desconocido que llama y provoca.
En su libro “Donde
le dije adiós” sin duda es donde encontraremos sus mejores aciertos como
escritor. Estos relatos están más allá de unos valores tradicionales marcados
en nuestra narrativa joven. Los relatos de Kalton son pequeños universos donde
la sorpresa es la ley que define el rumbo y sin duda dejan ver las
exploraciones de su autor que va ahondando en la vida cotidiana, pero desde una
mirada que a veces encuentra en lo irracional la esencia para acercarse a la
realidad.
El sentido
del humor, la intertextualidad, las relecturas de la literatura universal, la
reinterpretación o la reinvención de la Historia para cuestionar esa idea
dogmatica que define nuestra percepción y la aliena; la crueldad del
descubrimiento que a veces aquella ley de causa y efecto ha sido la mejor
máscara con que el análisis racional cubre las alucinaciones y lo inexplicable,
esas márgenes y otras más, son las que Kalton explora en “Donde le dije adiós”.
Y en esa exploración no hay búsqueda, ni un intento por redimir a sus
personajes, todo lo contrario: bastardos de los laberintos, del caos y de la orfandad, sus personajes
existen en atmosferas que no pertenecen a la cotidianeidad, sino al vacío o a
los anhelos. Guiados por una astucia inaudita para sobrevivir sin contar una
historia sus personajes se niegan a la caracterización, pues difícilmente
poseen una conciencia a priori, más bien deambulan hasta encontrarse con sus
antítesis como en el cuento “Dudas” en el que Dios se pregunta por la
existencia de los fantasmas, pero esa duda está más cercana a la perversión que
a una inquietud supersticiosa o filosófica, de algún modo invita a descubrirnos
a nosotros los seres humanos como los fantasmas de la más perfecta de las
creaciones; un cuento magnifico, alejado del deicidio y de la tragedia y
cercano a la insaciable vocación sarcástica de Kalton.
Digo que en el caso de sus relatos, este libro es el
mejor logrado de Kalton y es el que lo representa. El lector descubrirá en
“Donde le dije adiós” a un narrador con total frescura narrativa, alto sentido
del humor y una actitud anti solemne y drástica, inclinado hacia el relato
abierto donde el argumento deja de ser el hilo conductor de la historia y es
apenas un recurso técnico que permite guiarnos hacia unos horizontes posibles
de interpretación. Y desde luego verificaremos la capacidad del narrador en
estas mini ficciones para invitar al lector a ser otra pieza del azar y
convertirse en algo más que lector, en una especie de hacedor que bien puede,
por intuición, por curiosidad, divertimento o atracción hacia esos mundos
psicológicos, formar parte del destino narrativo.
CUENTOS DEL
LIBRO “DONDE LE DIJE ADIÓS” DE KALTON
HAROLD BRUHL
DUDAS
Es difícil reconocerlo, pero me dan miedo los
fantasmas. Intento tranquilizarme diciéndome que al crear los cielos y la
tierra no cree fantasmas. Sin embargo, cuando la noche se puebla de sombras y
ruidos extraños, ya no estoy tan seguro de ello.
DONDE LE DIJE
ADIÓS
“No sé cómo puedes ensuciar tanto tu ropa –dice mamá
mientras levanta entre el índice y el pulgar mi camisa llena de lodo-. Espero
que mañana seas un poco más considerado”.
Yo asiento con un gesto de la cabeza y vuelvo a pensar
en los ojos verdes de la dulce niña que conocí esta mañana.
Más tarde, cuando mamá ya duerma, los buscaré debajo
de mi cama y seré feliz, sosteniendo entre mis manos aquellos ojos verdes, tan
verdes como el agua del pozo, donde le dije adiós.
FRÁGIL
Me parece verte en la penumbra de tu habitación,
acariciando el espacio vacío a tu lado sobre la cama, el lugar donde ahora sólo
descansa una ausencia.
Y yo no sé cómo alcanzarte, y no sé cómo decirte que
no me tienes que culpar por estar sola, porque yo nunca deje de soñar, fuiste
tú quien despertó.
TAROT
Cuando una mano descarnada se posó sobre su hombro, la
vieja adivina supo que ya no era necesario voltear la última carta.
MIDAS
Su palacio se encontraba repleto de estatuas y objetos
dorados, ya que todo lo que tocaba se convertía en oro. Solamente se salvó su
esposa. Llevaban veinte años de casados.
EL VEREDICTO
En ese instante entraron dos hombres.
–Señor –dijo uno– varias veces soñé con una mina. La
primera noche, para llegar al yacimiento, atravesé un laberinto. Las imágenes fueron tan claras,
que por la mañana, pude dibujar un mapa. Las noches siguientes las pasé picando
la roca y sacando el mineral. Todo iba bien hasta que se lo conté a éste. Vio
el mapa y me dijo que no debía creer en sueños. Todo fue una triquiñuela ya que
tiempo después encontró la mina. Señor –concluyó–, la mina es mía, yo la
descubrí primero.
El gobernador caviló por unos momentos.
–Buen hombre –dijo, dando su veredicto–, el pleito es
sencillo. Ya que la mina la descubriste en sueños, doy por sentencia que la
sigas poseyendo y trabajando mientras duermes.
Una
vez se hubieron marchado, Sancho pidió comida. Impartir justicia siempre le
abría el apetito.
EL MISTERIO
El profesor Merton, vestido con una chaqueta de tweed
sobre un suéter con cuello de tortuga, me espera en un estudio.
“Abogado –dijo al verme–, mi familia considera que hay
indicios de que he perdido la razón. Desean declararme incapaz. Debe ayudarme”.
Le pedí que se explicara.
“Hay un misterio que me atormenta: por qué desaparecen
los calcetines. Primero supuse que un calcetín era un agujero negro en
miniatura, pero eso no justificaba que sólo desapareciera uno de ellos. Ahora
estoy a punto de probar que son caníbales. Quizás el encierro en un oscuro
cajón desencadena los instintos”.
Bajó la cabeza. “Ayúdeme ̶ suplicó ̶ . Debo continuar mis
investigaciones”.
Me coloqué frente a la ventana y mientras la lluvia
arreciaba, recordé la bola de calcetines únicos que guardaba en mi casa.
Finalmente sabría la verdad. Me di la vuelta y con lágrimas en los ojos, le prometí
mi ayuda.
FLORES
Más tarde, con el tiempo, plantaremos un árbol. Por
ahora las violetas son suficientes para evitar cualquier sospecha y, lo mejor
de todo, como florecen durante todo el año, con ellas no tendremos que
preocuparnos si olvidamos llevarte flores en el día de las madres.
EL PROYECTO
Cerré la puerta y dije: “¡Me voy de vacaciones!”.
Realmente las necesitaba después de trabajar tanto tiempo en mi proyecto. No
imaginaba, que al regresar, mi oficina estaría ocupada por el hijo del dueño de
la empresa. Busqué a Pedro, el gerente, para pedirle explicaciones. Éste se
limitó a encogerse de hombros y a decirme que no era simple nepotismo, el
chaval tenía potencial, y su plan de libre albedrio volvía más comercial mi
proyecto de salvación eterna. “Vamos ‒me
dijo‒ contigo todos se salvan y no vas a negarme que eso es algo aburrido, pero
con su idea muchos de ellos van a perderse y no se sabe quiénes son hasta el
último momento. Como que le añade un toque de suspenso”.
A partir de ese momento la memoria empieza a fallarme.
Dicen que empecé a despotricar contra el dueño y me abalancé con no muy buenas
intenciones sobre el gerente. Sólo recuerdo que Gabriel y Miguel, los tipos de
seguridad, me lanzaron por una ventana. No hay muchas salidas laborales para un
ángel caído, así que terminé como jardinero todas las tardes planeo mi venganza
a la sombra de un manzano.
LA FAENA
El lomo del toro relucía por la sangre que brotaba de
las heridas causadas por las banderillas. A pesar del cansancio, que pausaba
sus movimientos, embistió con furia. El diestro tensó los músculos y esgrimió
el estoque, anticipando el momento en que abría de hundirlo en la carne del
animal. Cuando el toro estuvo casi a su alcance, sucedió lo increíble. El
animal realizó un giro imprevisto y el matador apenas logró rasgar el aire. En
el instante de confusión el toro lo enganchó con los cuernos, haciéndole dar
una voltereta. El hombre cayó de bruces y con un último esfuerzo se tendió de
espaldas. La multitud ahogó un grito de espanto: la empuñadura de la espalda
sobresalía en su pecho. El toro avanzó hacia el cuerpo, pero el repentino
clamor del público lo contuvo. Cerró los ojos desconcertado y cuando volvió a
abrirlos se encontró de pronto en el apartadero. Sacudió la cabeza, todavía
aturdida. Se había quedado dormido antes de que le llegara el turno de entrar
al ruedo. Maldijo su suerte. De entre todos los toros de la tierra, a él,
precisamente a él, le había tocado la desgracia de poder soñar.