Los niños de
la comunidad de Camalote Campuca, Javier Vargas y yo conocimos hoy un país
llamado “Amarizul” y me da por pensar, aquí en este patio de una escuela rural,
mientras hundo la mirada en las lejanías, que ahí se mudó Julio César Anariba.
“Amarizul” es
un país gobernado por los niños, está al final de un mar que aunque golpea en
las playas del infinito no causa sensación de lejanía, sino de abrazo. Para
entrar a ese país se debe comer una extraña fruta que nos vuelve niños; sólo de
ese modo podemos ser habitantes de ese maravilloso reino al que se llega en
barcazas cuyos remos son alas que huelen a cáscara de limón. Por supuesto que
hay mucho de Honduras en ese reino, pero lo tenemos oculto, pues no queremos
que los políticos, los depredadores de conciencias y los asesinos lleguen ahí.
Julio César
Anariba, dignificó el oficio marginal de la creación; a pesar de saber mucho
fue un hombre silencioso y humilde, un escritor honesto que no ocupó del ruido
ni de las academias; su legado queda en sus cuentos breves y en sus cuentos
infantiles aún inéditos y en varios jóvenes hondureños a quienes motivó para
ser lectores y creadores. Su escritura intenta indagar el absurdo oculto en
situaciones simples de la vida (o que parecen simples) textos que tienen un
magnifico sentido del humor y la precisión de la micro ficción; cada uno de
ellos vuelve por personajes que emergen de la estampa, de la ficción o de la cultura
de masas. En cierto modo los planos narrativos de Anariba se nos presentan
transparentes, definidos por una línea argumental casi medida milimétricamente,
con adjetivaciones más cercanas al ritmo de la poesía que al de la prosa, hay
en el desarrollo del relato una marcada inclinación fabulesca que sin duda le
permite acercarse a los personajes con un ludismo picaresco donde sobrevive la
inocencia y la interpretación de la realidad de una manera fresca e irónica.
El poeta
Néstor Ulloa, uno de sus discípulos, lo retrata en palabras que son un homenaje
y un reconocimiento al escritor de “Cuentos Chatarringas”, “Mi abuela tiene
cien años y un poco más” y de la colección aún inédita de relatos “La jirafa Afa
y otros cuentos”. Compartimos una colección de sus relatos para hacer memoria
de este autor. Ojalá que su obra inédita pronto esté entre nosotros.
NUESTRO JULIO CÉSAR ANARIBA
Por Néstor Ulloa
“Decir Julio César
Anariba es nombrar un ser como pocos: transparente y sencillo como sólo pueden
serlo las almas nobles, su legado de vida pasa por una constante: fue un hombre
coherente en su pensar, decir y accionar. La figura de Julio, para el pueblo de
Ojos de agua, Comayagua ─este pueblito de piedras cenicientas, como alguien
alguna vez lo definió, al referirse a Julio─
representa los grandes anhelos que sólo pueden ser evocados desde la más
pura sensibilidad humana.
Julio, humildemente me
atrevo a decirlo, es uno de los mejores narradores de Honduras, y para darse
cuenta de ello, basta con leer sus cuentos. Sus primeros textos narrativos de
Julio usaban como referencia personajes y locaciones de su querido pueblo;
luego, esto se transformaría en una constante, como lo podemos apreciar al leer
su único y hermoso libro publicado Cuentos
chatarringas, donde confluyen la pureza de los personajes pueblerinos de
carne y hueso (algunos incluso son familiares de Julio), con una certera pizca
de extrañamiento para lograr el efecto magistral tan necesario en el relato
breve, y que a Julio se le da, aparentemente, con suma naturalidad.
La cercanía con la
noble profesión de la docencia, le permitió también incursionar con muy buen
suceso en la literatura infantil. En los pocos textos inéditos de este género,
que alguna vez pude leer, Julio demuestra que el escribir para niños se trata
de fundar geniales obras narrativas que con inteligencia y sagacidad han sido
escritas por un adulto, pensando en que los niños ven el mundo con una visión
muy peculiar que los adultos hemos olvidado en el proceso de crecer, pero que
recobramos cuando leemos y disfrutamos igual que los niños estos textos.
Recuerdo como si fuera
ayer, cuando a mis diez años, Julio nos convocó a varios niños del pueblo para
darnos lo que nosotros llamábamos “clases de poesía”. Mi vida cambió a partir
de ese instante. Todo lo que soy hoy en día, en gran parte es producto de esa empatía y esa calidad
humana con la que Julio nos llevaba de la mano y paso a paso por esa etapa de
nuestras vidas, enseñándonos a construir metáforas y símiles, y al mismo tiempo
abriéndonos la puerta al hermoso universo de la lectura, del cual ya nunca
quisimos salir. Y digo literalmente que nos abrió la puerta, porque así era él,
jamás forzaba las cosas. Así, Karina, Laly, Yadi, Moncho, Nando, Favio, Elcy y
este servidor, esperábamos con ansia que llegara el sábado, día en que Julio
regresaba al pueblo desde Tegucigalpa, para reunirse y conversar con nosotros y
poder mostrarle lo que habíamos escrito durante la semana.
Julio, sin
proponérselo siquiera, influyó tanto en mi vida y en la de tantos y tantas del
pueblo, que todos en más de algún momento de nuestras vidas deseamos poder
llegar a ser siquiera la mitad del ser humano que él fue. Siempre lo
recordaremos por su palabra precisa y cariñosa, por su abrazo cristalino, por
su nobleza y don de gente para con todos y todas, sin distinción de ningún
tipo. Y yo, hoy por hoy, no puedo más que dolerme de la partida de aquel que
con total desinterés contribuyó a dar forma a mi esencia y a templar mi espíritu; aquel, a quién desde
niño yo llamé profesor y quien siempre me llamó amigo.”
SELECCIÓN DE “CUENTOS
CHATARRINGAS” DEL ESCRITOR JULIO CÉSAR ANARIBA
EL DUENDE
Era una migajita de hombre: apenas sesenta centímetros.
Era de piel verde, nariz achatada, cejas pobladas, pies hacia atrás. Un gran
sombrero, una sonrisa cabrona y unos ojillos de ratón en celo. Estaba sentado a
la orilla del pozo y ejecutaba con maestría la guitarra...De pronto apareció por
ahí una muchacha preciosa, cantando con la cintura y sonriendo con el
ombligo...El hombrecillo entonces la ve,
calla
tiembla
¡Y sale corriendo!... Es que Rosita Turcios le
había contado que la Sucia siempre se presentaba ante los hombres con el cuerpo
de una mujer bonita.
Le pedí que hiciéramos el amor por última vez,
que mañana −le expliqué− me iba para siempre y que nunca más volveríamos a
desarreglar las sábanas juntos. Ella entonces cerró los ojos, separó sus muslos
blancos y me señaló el Corazón de Jesús, que nos miraba incrédulo desde la
pared. "Venite pues, pero apúrate que no he terminado de
rezar". después, sólo recuerdo un quejidito tonto, casi lastimero...Nunca
más la vi de nuevo. Al Corazón de Jesús sí, aquí lo tengo: me lo vendió por
treinta monedas.
LUNES (6:30 A.M.)
(A Bárbara y John y su café de verdad)
Frente al hombre, una taza de café caliente. Parece inquieto: fuma, voltea y mira hacia la puerta. Tiene la certeza de que en cualquier momento llegarán. Hoy se ha puesto la camisa más blanca. Hoy se ha peinado a lo Valentino. Sus zapatos brillan casi hasta el ridículo...El café se está enfriando. De pronto tocan la puerta. No toc, toc, toc, como en los cuentos de niños; sino, un gran pram, pram, desesperado como en las películas...El hombre voltea...
−Empuje.
−Está Trancada.
−¡Como hombre!
Derriban la puerta y se lo llevan: él les grita
que lo dejen terminar el café. Que por qué nunca lo dejan terminarse el maldito
café...
EL ÁRBOL
Es jueves.
El jaguar está al pie del árbol. Husmea. Se
relame.
La Presa, en la copa, muy alto. El Jaguar tiene
hambre.
La presa también. Los dos tienen hambre. Pasan
las horas...El hambre no se mueve: el día, sí, y se acerca la noche. Se
acerca el sueño. El jaguar tiene sueño. La presa también.
Los dos tienen sueño.
Se duermen los dos: el jaguar al pie del árbol,
la presa en la copa.
Rueda la noche. Rueda. Asoma el día: el jaguar
se despierta, la presa también...
Hambre.
Solo hambre: arriba y abajo. Hambre aquí. Hambre
allá. Miradas hacia arriba, Miradas hacia abajo. Hambre Tiempo. Árbol. Jaguar.
Tiempo. Árbol.
Presa...
Y noche.
Y sueño otra vez.
El viento se desespereza. Se levanta. Bosteza. Se mueve el árbol apenas.
¡La presa se tambalea!
Aquí, allá...¡cae!
...El jaguar se ha ido ya. Es viernes.
JACKSON
A Michel Jackson lo atacó una endemoniada gripe
un viernes en la tarde. Seis doctores y catorce brujos se declararon incapaces
de curarlo. Su médico de cabecera se decidió entonces, como último
recurso, cruzar todo México y parte de Centroamérica hasta encontrar en un
pueblecito Hondureño, al otro lado del río Humuya, a Mariana Hernández,
curandera y políglota natural, rezadora desde los tres años y con ataques de
locura libidinosa cada Viernes Santo... Una vela, un mantel blanco, seis
monedas de plata y una fotografía del cantante (sin el pañal en la cara)
fueron suficientes. Mariana Hernández no se anduvo por las ramas:
"Una Mejoral para niños antes de acostarse...pero sin niños".
EL TESORO
Antes de morir el anciano les dijo claramente a
sus tres hijos dónde debían escarbar para encontrar las treinta monedas
antiguas que les dejaba como herencia. Así durante noches y días interminables
escarbaron sin cesar.
...Y nada.
Nada, absolutamente nada.
Al fin, una tarde de tantas, y mientras
descansaban al pie de un árbol y a punto de dormirse, sucedió lo inesperado.
¡Tic!
¡Tic!
¡Tic!...
Los tres despertaron: tres zanates cochinos les
habían cagado las cabezas.
MACARIO
En la casita, un cuarto, en el cuarto una
cama. En la cama, sentado, un hombre. En ese hombre, nadie: soló un revólver
en su mano derecha. La punta del revólver, en su sien. Su dedo índice, en el
gatillo.
Aprieta despacio...
Despacio.
Despacio.
...Más. Un poco más.
San Martín de Porres lo ve impávido desde la
pared... Tiembla. Cierra los ojos... Aprieta un poco más...
Sólo un poco más...De repente, un fuerte olor a
velas, rosas, y llanto parecen hacerlo desistir. El primer gallo canta triste.
En el cuarto, una cama...
LA BROMA
Me apuntó con su pistola entre los ojos. Un
frío extraño me lamió la nuca.
−No me mates− le supliqué.
−Sólo bromeo, tonto −creo que me
respondió.
No estoy muy seguro... Cierto: no estoy
seguro.
UN DÍA DESPÚES
Al negro de maría lo encontraron hecho pedacitos
en una banca del parque. Era un lunes,
quince de febrero, lo recuerdo bien. A mí me
dijeron ya cuando todo el pueblo y sus doscientos perros
lo sabían.
−Se echaron al Negro− me dijo Valentín, con su
paciencia de indio...Entonces fue cuando salí corriendo con un trago de café
caliente en la boca... Ahí estaba el pobre hombre: acurrucadito en una de las
bancas, como que tuviese frío. No le habían dejado pedacito bueno en el cuerpo.
Parecía que le habían matado sólo para matar el tiempo. Su inmenso pantalón
azul, que usaba todos los domingos para ir a ver a su novia, parecía pesarle el
doble por la cantidad de sangre. Y en el cuello le colgaba una cadenita triste
de fantasía con una pequeña medalla. En ella apenas podía leerse algo así como
"I love you".
Cuando
benjamín se Jesús nació, todo el pueblo quedó paralizado: era
un niño espectacularmente feo.
Nació pelón, sólo con una manita de pelos
crespos en la nuca.
Sus ojillos daban lástima: nadie sabía a quién
diablos miraba. La casa se llenaba de gente todos los días con la dudosa
intención de felicitar a la nueva mamá, pero de inmediato salían al pequeño
patio a revolcarse de la risa...Al tercer día le nació un diente amarillo que
le colgaba de la encía y a veces le quedaba por fuera de la boca. (Una tarde,
su gallina negra preferida le hizo el favor de arrancárselo de un solo
picotazo). Benjamín de Jesús no lloraba y no reía. Para colmo, Hacía caca cada
media hora, con un tufo tan espantoso y fétido que todo el pueblo hacía una
pausa obligada en sus comidas... Bueno, pero la vida ya no podía ser más cruel
con él. A los 8 años escuchó de su madre la frase más bella del mundo:
"Vengache, mi negrito". No lo podía creer: le había nacido un
hermanita...
La niña más escandalosamente fea que se haya
ocurrido parir a una mujer.
ERNESTINA
Ernestina amaneció un sábado con unas espantosas
ganas de matarse. Temprano se tomó una taza de café amargo y se dirigió al altísimo
campanario de la vieja iglesia. "Cuando me haga pedazos en el suelo ya
vendré muerta" se consoló pensando... con pasitos cortos, como que iba a
rezar, subió uno de los escalones... Y lista. Fijó la vista hacia abajo: el
parque estaba fresco y solitario. No había testigos. "Allá va esta vieja
tonta" pensó, lanzándose al vacío y sin soltar el rosario.
"Vaya -dijo don Salomón que a escondidas la observaba- se mató esa
vieja tonta...". Y se persignó, con su infaltable cigarro en la
boca.
LAS VUELTAS DEL PERRO
El perro dio tres aburridas vueltas antes de echar su siestecita de la tarde. Entrecerró sus ojillos de haragán en parranda, y no se percató de que a su izquierda, burlón, lo miraba el gato.
−Sólo dos vueltas diste− le dijo el felino
−di tres como siempre −le respondió incómodo el
perro.
−Soló diste dos, tonto.
−Dije que tres. Hace catorce años que lo hago
y nunca me equivoco.
−El gato entonces con una sonrisa burlona en sus
bigotes, se acurrucó más y dormitó...
y el perro pensó: "Mañana doy
cuatro, felino penco".
PURO CUENTO
Conejo y tortuga decidieron un día aclarar quién
de los dos era el más veloz. Toda la chusma de la selva, incluida una
docena de escritores, se dieron cita en un claro del bosque...
Uno
Dos
Tres...Y la carrera inició. Conejo
salió como una bala, y llegó a la meta en veinte segundos. Y tortuga, lenta
comiendo hierbitas tontas en el camino, apenas lleva recorridos dos
pinches metros, confiada en el viejo cuento. En el puro cuento...hasta el día
de hoy.