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Yolany Martínez: nadie podrá pronunciar dos veces el mismo verbo


Por supuesto que la sensibilidad de las mujeres, su situación y realidad en el mundo patriarcal moldean miradas estéticas y posturas cuya percepción siempre ha sido luminosa y sólo parece equivocada y radical cuando otros hombres y mujeres son retrogradas. Cuando tienes los pies en el mundo y no vives en una burbuja literaria entiendes la vida, y por supuesto comprendes y escribes mejor.

Aún Clementina Suárez causa escándalos en esta sociedad decadente con aires de postmodernidad, pero que es más vetusta que la misma cal con que se maquillan los retretes de la historia. Aún se ve de reojo a Ángela Valle, su poderosa palabra signando la fuerza de la dignidad y hay quienes le niegan su lugar a Amanda Castro, esa hermosa poeta e incansable gestora cultural. Aún decimos “hay buenos poetas en Honduras y también hay mujeres que hacen buena poesía”, pero a estas alturas negar el lugar de extraordinarias poetas como Armida García, Rebeca Becerra o Mayra Oyuela (por mencionar tres nombres) es borrar nuestra poesía y estúpidamente tratar de opacar un universo que por sí mismo posee su propia dinámica de existencia.

Yolany Martínez es una poeta que ha venido fundando su voz en los últimos diez años, su vida ha estado ligada a sus inquietudes académicas; su paso en el circuito cultural hondureño ha sido muy discreto, parece que no gusta de capillas, ni de etiquetas, ha creído en su poesía y ha caminado con ella.

Martínez es una de esas voces que se ha inclinado por el erotismo y desde la trinchera misma de su cuerpo ha cantado el deseo, pero también su circunstancia como creadora, como mujer y voz sensible entre la desesperanza “… la suma de tropiezos invisibles/de golpes en la cara que nos dan ciertas palabras/ hasta que uno crece en sí mismo /y convierte la dureza de ciertas voces /en fósiles sin nombre.”

En 2006 publicó su primer libro de poesía “Fermentado en mi piel” sus poemas de estos años no son los mejores, aunque en ellos ya encontramos un centro definido que va a determinar una mirada permanente en la poesía de Yolany Martínez: el erotismo. De algún modo en ese libro la irreverencia es su mayor arma y la poeta nos ve de frente para dejarnos claras sus razones al usar una fotografía de un desnudo de ella misma como portada del libro. Le seguirá el poemario “Este sol que respiro” en 2011. En los poemas de su último libro “Espejos de arena”, Martínez encuentra una voz poética mucho más reveladora que en sus libros anteriores y el erotismo se decanta, se nutre no sólo del instante donde el deseo se culmina o alcanza su radiante belleza, sino que toca cada instante de la vida cotidiana, se vuelve una manera de ser y de asumir el mundo en todo su sentido, su poesía roza otros signos, el sentido poético se dispersa, la descripción del deseo adquiere otro matiz, no sólo desafiante e inclinado en el instante de la posesión del otro ser o de la entrega misma como prueba de una libertad individual consciente, si no que convoca su existencia total, su devenir entre las muchedumbres, su silencio entre los otros silencios, su razón entre otras razones, su deseo entre el mundo que señala y corrige, que estigmatiza y la revelación del deseo como un poder superior.

El cuerpo elegido en los poemas de Martínez, es la evidencia de una libertad que desea ser explicita porque no se trata del deseo en sí mismo, sino como una arma política y como evidencia de su razón humana ante la historia, y eso me recuerda el sentido del erotismo en Clementina Suarez o en Ana Istarú donde la poesía erótica también se impregna de protesta o postura ante la vida o la historia como el bello poema de Ana Istarú, “Esta noche desposada” donde celebrando el deseo, la libertad y la maravilla de ser dueña de su vida y de su cuerpo, Istarú, se burla de esa exigencia social que pide que la mujer llegar virgen al matrimonio, y que alentó costumbres tan tenebrosas como la de colgar una sábana blanca en el balcón, al día siguiente de la noche de boda para mostrar la mancha de sangre como prueba de virginidad:  “Y cuando el día/ golpee en el vidrio de mi ventana / he de vestirme con mi sábana de desposada./ Que balcón soy./Para mostrar el paño blanco/tan blanco por la ventana,/tras esta noche de desposada.”.

Pero en esta poesía también trasiegan motivos dolorosos, la soledad, la despedida, ese otro universo que comienza en la pérdida, la materialización de una antigua nostalgia que se acumula en los seres humanos y que se intenta sobrellevar al encontrarse con el otro o con la otra. Yolany Martínez, con su poesía, dibuja el cuerpo del erotismo, hondo es su latido y no se permite la negación, ni el señalamiento, es decir, ha dignificado a los que aman, a los que extrañan, a los que prefirieron la herida y el salto hermosamente mortal del deseo, así lo signa su voz y su elección entre el tiempo “…en el galopar de la noche/donde serán errantes los civilizados/y los ciegos gobernarán las horas/en que prenda el fuego de tu boca”.


Yolany Martínez (Honduras) Ha publicado los libros de poesía Fermentado en mi piel (2006), Este sol que respiro (2011) Espejos de arena (2014). Algunos de sus escritos aparecen en las compilaciones Garage 69 (2010) y Poesía Molotov (2011) editadas por Mónica Gameros en la ciudad de México.
En el 2002 fue acreedora del Primer lugar en el “Concurso de cuento Arturo Martínez Galindo” en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Recientemente le fue otorgado el Primer lugar en el First Annual Poetry Night por el poema “Pájaros de sombra”, este evento fue patrocinado por la asociación Kappa Gamma Epsilon del Departamento de Lenguas Modernas de la Universidad de Oklahoma.
Ha realizado estudios en la Enseñanza del Inglés en la Universidad Pedagógica Francisco Morazán, y en las áreas de Literatura y Linguística en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Se ha desempeñado como catedrática universitaria En el 2011 culminó sus estudios de Maestría en Literatura Hispánica en la Universidad de Oklahoma, EEUU. En la actualidad es candidata al doctorado y hace presentaciones de ensayos de crítica literaria, así como lecturas de poesía, en diferentes conferencias dentro y fuera de los EEUU.





POEMAS DE LA POETA YOLANY MARTÍNEZ

II

Este sol que respiro
transpira por todo el cuerpo.
Se hace lava.
Desborda el volcán que por siglos
de los siglos era amén entre mis pechos.
Este sol, de mi cuerpo poseído,
provoca la palabra
que se vuelve mandamiento escrito en piedra.
Legua en lenguas de fuego.
Hace líquida la humanidad que llevo dentro,
esparce magma de norte a sur,
de mano a mano.
Este sol engendra  el milagro,
la savia
            que riega el cuerpo entero;
la tinta
            que en este papel
se hace llamarada.


PROFECÍA

A cal y canto
han sellado los poros
de esta casa.

No es el metal ardiente de Vulcano
que romperá las puertas
ni la fuerza inexorable de un cíclope las paredes.
No habrá ventana que ceda
ni techo que se levante de su medida.
Pasarán tormentas y asombrosos sucesos.
Habrá lluvia de estrellas y grandes luminiscencias.
La tierra abrirá sus fauces
y querrá pronunciarse en un grito seco.
Habrá sed, pero no de agua
sino de voz articulada.

En ese momento
vendrá la palabra precisa
se acumulará frente a la puerta
y se dispondrá a seducir los hierros
que el tiempo hubo liado
con óxido y veneno.
Mil ojos serán testigos
del torpe abrir de  bisagras
 y el desdoblar de la madera.
Su presencia será absorbida
en un profético empeño
y entonces
nadie podrá pronunciar dos veces el mismo verbo 
ni atrapar el infinito en un río de espejos
ni escribir el último verso.

Nadie podrá poseer la palabra precisa
porque ella habrá retomado posesión de esta casa
que antes
fue habitada por el silencio.


DEJARÉ CAER LA NOCHE


Dejaré caer la noche
sobre mis hombros desnudos
la cita a ciegas.
Dejaré tu olor
esparcido en la arena
como granos de cristal amorfo
bajo la intemperie
de este océano.

Nada se ha perdido en este asunto.
El orgullo
sin embargo
es la suma de tropiezos invisibles
de golpes en la cara que nos dan ciertas palabras
hasta que uno crece en sí mismo
y convierte la dureza de ciertas voces
en fósiles sin nombre
–que sólo sirven para efectos
de una arqueología personal–.

Dejaré caer la noche
sobre mis hombros desnudos
para que los vista de estrellas una mano nocturna
y extinga sin temores
los símbolos oscuros
que componen este cuerpo
fosilizado de palabras.


PRENDERÉ EL FUEGO


Prenderé el fuego
de tu boca
para iluminar los senderos
que me llevan a una estación sin tiempo.

Saciaré de ardor
los inviernos
que han sido envenenados
con la turbia oscuridad del frío.
Tu memoria no será más un cuerpo ambulante
incrustado en las paredes
como los fantasmas torturados de las cárceles.
Tu pasado se reconstruirá
en un tiempo presente
y serás tangible en mis labios.

Lo inhóspito de este páramo
–hecho de cuatro paredes–
se abrirá a tu presencia
en un concierto de cuerpos celestes.

Alcanzaré tu sombra
en el galopar de la noche
donde serán errantes los civilizados
y los ciegos gobernarán las horas
en que prenda el fuego de tu boca.


Y VINISTE CON EL VIENTO

Y viniste con el viento
con el canto de los pájaros
en plena cosecha.

Pregunté tu nombre
y murmuraste un suspiro.

Te pregunté a qué venías
y te asiste a mi pecho.

Y ahora me pregunto
¿A dónde has ido?

Beso tu beso
y abrazo con fuerza
tu cuerpo atemporal
para darme cuenta que estás conmigo
que traerte desde la memoria
es tenerte para siempre asido a mí
inmutable
inerte
a la astucia del tiempo.



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