Recuerdo
el paso por Honduras del poeta Rodolfo Häsler, traductor al español de Novalis
y Kafka, su lectura y la conversación con poetas de mi generación; esa
conversación que aún se extiende cuando los sentidos se afinan en el silencio,
cuando Häsler por bendición del azar cruza sus pasos con los nuestros y resurge
su interés en nuestra patria, en su luz o en su desgracia, porque de algún modo
los poetas (no sólo la poesía) en muchas ocasiones son referentes de un tiempo
ciudadano y no metafísico, de una realidad social y poética; surgen así los
pequeños encuentros, en ese ir y venir de murmullos y café, de letras y
conversaciones reveladoras.
La
última vez que compartí con Häsler fue en el centro de Barcelona, en el otoño de 2015, apenas hablé,
pues mi salud estaba quebrantada, pero recuerdo escucharle hablar únicamente de
Honduras, de sus breves recuerdos, de nuestros poetas, especialmente de
Rigoberto Paredes, Roberto Sosa y su interés en Clementina Suárez.
Häsler
es un poeta luminoso, con un registro verbal agudo que lo aleja de las siempre
eternas palabras poéticas, su poesía es la suma de viajes, personas, paisajes,
apenas jirones de una necesidad furiosa y tierna por encontrar indagaciones,
referencias o huellas que antes de perderse nos digan algo de un tiempo y sus
seres.
Desde
que conocí su poesía hace más de doce años, hasta hoy, cada vez que leo a
Rodolfo Häsler, me impresiona su obra que no encuadra en los tópicos o en el
tratamiento de los llamados “temas” de la literatura, (quizá por aquello que la
poesía no es literatura, sino otra esencia en el filo de las antípodas y de las
incertidumbres) y funda imaginarios donde la deriva es la única visión posible.
La
vocación de Häsler se aleja del sólo ejercicio intelectual y ahonda en las
emociones que el mundo nos brinda o en las emociones con las que los humanos
asumimos la realidad, hay un doble movimiento en este juego y aunque es complejo
no es artificioso, sino más bien orgánico: somos el mundo, somos emoción, apenas lámparas dispuestas para ser tocadas
por la palabra luz. La poesía de Häsler siempre ha de recordarnos que la
trascendencia no significa eternidad sino posesión fugaz, que permanecer es
asirse de lo que se desvanece.
Los
poemas de Rodolfo Häsler se mueven entre las percepciones paralelas sobre la
realidad; aunque su vocación es insistir en la recuperación de una historia no
obedecen a los trazos del relato, sino a una fuerza evocativa (aún en esa
tentativa de su libro “Diario de la urraca”), una veces cotidiana, pero
dinamitada por la revelación de grandes lecturas o envestida por la simbología
de una reflexión superior que cruza un instante sencillo y lo convierte en otra
cosa; no se trata de una elevación o sublimación de lo cotidiano, sino más bien
la contemplación de la propia espiritualidad entre el mundo de las cosas
diarias.
En
PaíspoEsible, fundamos el proyecto “Leer es fiesta” que consistía en
publicaciones de libros en pequeño formato para ser distribuidos de manera
gratuita; recuerdo que diario El Heraldo tomó a bien esta iniciativa y comenzó
una nueva etapa en la que publicábamos miles de cuadernillos que las personas
adquirían de manera gratuita; una propuesta fue publicar “Himnos a la noche” de
Novalis de quien Rodolfo Häsler es traductor al español, le escribimos para
pedirle su autorización y usar su traducción, el poeta nos respondió de manera
afirmativa y con muchísima alegría sin cobrarnos un centavo porque le encantaba
el espíritu de aquella hermosa iniciativa. Esas cosas han ido llenando nuestra
memoria y gratitud, pues los poetas no sólo hacen poemas, sino que son seres de
acciones que son referentes de la sensibilidad y del servicio de la mejor de
sus causas: los otros, la vida.
Para
este espacio es un honor publicar unas palabras sobre Häsler y algunos de sus poemas;
recomendamos a este poeta y agradecemos a él la disposición mostrada cuando le pedimos
colaborar en un proyecto de lectura, solidario y dirigido a muchas personas que
no podían adquirir un libro por su costo; agradecemos lo más importante de Häsler: su testimonio, su poesía,
referencia de los días y certeza que quizá la vida “Es un milagro sin explicación, no hay frutos, no hay olor,/ sólo
atrevido deseo y la osadía de perpetuar/ la duración de un instante.
POEMAS DE RODOLFO HÄSLER
III
Deja que la sombra se
aposente en el cuerpo,
la sombra y su pronóstico
más lengüilargo,
una parte insistente que
actúa como un dardo,
un susto que arrincona a
la urraca,
un chispazo de luz, pero
no es luz.
VI
La duplicidad es un
aguijón que se hunde en ti
y deja un hilo de oro
corriendo por el cuello,
sopesa el equilibrio y
cuenta una historia larga,
emite sonidos que no
comprendes, qué lengua emplea,
su distancia no es servil,
no administra el amor,
permanece siempre en ti,
una escama de musgo
avanza por la cabeza, cae
y duele,
la buscas.
X
La muerte silba en el filo
de la hoz
para bailar al ritmo de la
medianoche, un ala quebrada
reparte su temor, un
susurro, un recorrido continuo
se despoja, se empobrece,
cumple con su alborozo
pero no te toca, te deja
presenciar la saña del sexo
que se desnuda en la
lengua,
un áspid verde pica en la
mano,
qué despacio te vas
acercando.
SUEÑO DE LAS HORTENSIAS
(para Esther Zarraluki)
Puede que despunten azules
esta vez,
entrada la primavera, en las mañanas de escarcha,
los mazos de hortensias que embellecen el jardín
con su rumor ceñido de zarco celestial.
Detrás de los cristales, al levantarme,
observo la luz dorada filtrarse en las corolas
derritiendo el velo cuajado de las noches frías;
es un lento goteo que alimenta a la tierra
en una repetida escena simbólica de marzo.
No hay necesidad, no hay urgencia de una acción así,
tanta delicadeza en este ungido ensueño mimado
nacido para ser disfrutado, para aliviar, incierto como el agua
en su eterno movimiento, la búsqueda del paraíso.
Es un milagro sin explicación, no hay frutos, no hay olor,
sólo atrevido deseo y la osadía de perpetuar
la duración de un instante.
entrada la primavera, en las mañanas de escarcha,
los mazos de hortensias que embellecen el jardín
con su rumor ceñido de zarco celestial.
Detrás de los cristales, al levantarme,
observo la luz dorada filtrarse en las corolas
derritiendo el velo cuajado de las noches frías;
es un lento goteo que alimenta a la tierra
en una repetida escena simbólica de marzo.
No hay necesidad, no hay urgencia de una acción así,
tanta delicadeza en este ungido ensueño mimado
nacido para ser disfrutado, para aliviar, incierto como el agua
en su eterno movimiento, la búsqueda del paraíso.
Es un milagro sin explicación, no hay frutos, no hay olor,
sólo atrevido deseo y la osadía de perpetuar
la duración de un instante.
EVOCACIÓN
Coloco en la estancia un ramo de anémonas
y observo con detenimiento su lenta evolución,
uno tras otro hasta fumar mi cajetilla de cigarrillos Abdula,
hierático en la pureza de los ojos.
No sé cuánto va a durar el proceso,
dependerá del clima, del grado de humedad, prefiero creer.
El discurrir de los días como recuerdo de las anémonas
en espera de eclosión, seguidas de muerte,
atento entre sus pétalos rojos, azules y violados
mientras insisto, por delicadeza, en perder la vida,
como quería Rimbaud,
pendiente de la metamorfosis,
impasible ante el inminente cambio
no puedo imaginar otra situación en estos momentos,
si el negro espacio me sostiene
como parte del reflejo de un diamante, de la luna,
y me devuelve a mi raro receptáculo vegetal,
transitorio exilio
entre hojas verdes y ramas en flor.
7
Las bicicletas silenciosas
atravesaban las
calles como alambres, las piernas subían y
bajaban como alambres en aquellos días
serenos en que el horizonte era sólo agua.
calles como alambres, las piernas subían y
bajaban como alambres en aquellos días
serenos en que el horizonte era sólo agua.
Como una actinia oscura,
rojo púrpura,
ni hablo mi lengua ni
habito en mi país,
soy, eso sí, el heredero
de una inteligente familia fenicia.
Heme aquí el fenicio del
célebre poema de Eliot
para seguir siendo el
ahogado para siempre.
Como se sabe, los poetas
no tienen vida propia,
mueren lacerados por el
agua, ciervos sin dominio,
oteando los retirados
predios que les sirven de morada,
esquivos como piezas de un
viejo juego de ajedrez,
sin sangre para manchar el
suelo de la alcoba.
El invierno es la estación
idónea
para que las mujeres me
cierren definitivamente los párpados,
y la intensidad con que un
día descifré largos poemas griegos
convertida ya en nieve
prodigiosa,
pierde, entre tanto, todo
su calor.
DIARIO DE LA URRACA
Página
uno: lunes. La urraca lúcida
Tengo
una urraca que todo lo mira.
Aunque
huidiza, ahí está, quizá un azar,
tira
de la hebra, un deslizamiento al caer
sobre
un montoncito de hierba de Ibirapuera.
En
territorio agreste, lejos de mantener la calma
la
urraca se manifiesta, insiste en un vuelo sin laberinto,
atraviesa
el éter y anula el deseo yéndose por el costado,
se
esfuma por el mejor lugar, su juicio en la fronda.
Repite
un salto que es una línea, y abarca más,
embauca
temprano a su adiestrador.
Celebran
ambos la vez, bordea el refrán
siempre
a punto de perder la ocasión,
hurgando
en tierra mansa, sobre hojas húmedas,
un
hondo sentimiento de abandono.
Página
dos: martes
La
palabra urraca: la leo en el espejo.
Un
liso corte en el cristal ¿qué te propone?
La
imagen se va por la ranura del azogue
y
corre a una boca de metro, destino Jabaquara.
La sombra
estatuaria de los predios lima el cristalino,
no
descubre nada, sólo extrañeza y dolor.
El
graznido de un pájaro,
y un
día, quizá hoy, puede que mañana, nublado,
cesa
su intención ante el ritmo del universo.
Página
tres: miércoles. La urraca ciega
La
urraca ciega se guarece en el café Brahma.
En la
esquina de Ipiranga con São João, se esparce
en la
mente un paisaje infinito, un ángulo aéreo
que
descansa sobre una tarja donde dice:
tão acima de nos, tão
longe da terra,
recalcando
el tono molesto de la escritora. La poeta adoraba a
los
animales. Y yo, al salir de un templo shinto, jardincillo
de
bambúes y pez rojo en el estanque, me escondo en el café,
retomo
un poema de Cecília Meireles que habla de gatos,
de
sombras de gatos, ¿o son sombras de urracas?
que me
van nombrando por la ciudad.
Todo
es revelador, serpentear una avenida desproporcionada,
fotografiar
el cielo desde el Altino Arantes, reír...
Ciego
frente a tanta opción, escondido en el Brahma
no hay
salida, la urbe se agita, la sombra quemada que permanece,
no sé,
y mientras leo, ciego como estoy, a aquellos poetas
que me
dicen sí, que me dan una fina excusa para huir
hacia
un recodo de cielo babélico y espantoso.
Rodolfo Häsler
Nació
en 1958 en Santiago de Cuba y desde los diez años reside en Barcelona. Estudió
Letras en la universidad de Lausanne, Suiza. Tiene editados los siguientes
libros “Poemas de arena” (Editorial E.R., Barcelona, 1982), “Tratado de
licantropía” (Editorial Endymión, Madrid, 1988), “Elleife” (premio Aula de
Poesía de Barcelona 1992, Editorial El Bardo, Barcelona, 1993), “De la belleza
del puro pensamiento” (beca de la Oscar B. Cintas Foundation de Nueva York
1993, Editorial El Bardo, Barcelona, 1997), “Poemas de la rue de Zurich”
(Miguel Gómez Ediciones, Málaga, 2000), “Paisaje, tiempo azul” (Editorial
Aldus, México D.F., 2001), “Cabeza de ébano” (Ediciones Igitur, Barcelona,
2007) “Diario de la urraca” (Editorial
Mangos de Hacha, Ciudad de México, 2013), además de Antología poética
(Editorial Pequeña Venecia, Caracas, 2005) y Antología de Tenerife (Ediciones
Idea, Tenerife, 2007). Ha publicado la
plaquette Mariposa y caballo (El Toro de Barro, Cuenca, 2002). Ha sido incluido
en numerosas antologías de poesía latinoamericana y española. Ha traducido la
poesía completa de Novalis (DVD Ediciones, Barcelona, 2001), los minirelatos de
Kafka (Editorial Thule, Barcelona, 2006) y Los instantes silenciosos de la
poeta francesa Cécile Oumhani, y es responsable de la edición de la antología
de la poeta boliviana Blanca Wiethüchter, “El festín de la flama” (Editorial La
Cabra, Ciudad de México, 2012). Perteneció al equipo de redacción de las
revistas Hora de Poesía y Poesía080, ambas de Barcelona. Ha sido invitado a
diversos festivales internacionales de poesía en España, Italia, Portugal,
Suiza, Macedonia, Turquía, Túnez, Canadá, México, Guatemala, El Salvador,
Nicaragua, Costa Rica, República Dominicana, Puerto Rico, Colombia, Venezuela,
Bolivia, Perú, Argentina, Uruguay y Brasil. Es miembro de la junta directiva de
la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña.