Una madrugada en el bar “El lobo estepario” del centro de San
José de Costa Rica, yo llevaba esa cerveza a medias, cuando se me acercó el
poeta Dennis Ávila con un trago del ron que me gusta a presentarme a un poeta.
Le acompañé al extremo de la barra en penumbra “Soy Randall” me dijo, y Dennis,
que es tan gentil, intervino con una frase “en verdad, Salvador, este es un
gran poeta, y huraño para más señales”. Luego de las cortesías, comenzamos una
conversación que se extendió seis tragos más, a la que se sumó el gran poeta
boliviano Gabriel Chávez Casazola; al amanecer salimos del bar a desayunar y a
continuar conversando, eran las seis de la mañana y ya tenía en mis manos el
libro “Contracultura” (Summa, 2017) que Randall Roque me obsequió.
Ya en Gracias, Lempira, mientras se fraguaba un golpe de
Estado electoral en Honduras y una candidatura ilegal de reelección, comencé a
leer a Randall Roque; alternaba la lectura con algunas llamadas para saber cómo
estaban los amigos y por supuesto con las pausas del terror por la carnicería
humana ante nuestras narices.
En muchos poemas de Radall Roque hay una suerte entramado
narrativo que no pretende contarnos una historia, sino sugerir retazos o
imágenes sueltas sin carácter descriptivo o fabulesco, son más bien la
evidencia de los escenarios mínimos del transcurrir que son capaces de
generarnos grandes esbozos sinestésicos cuyo absurdo nos muestran el mundo como
es. He leído unos tres libros de este autor y me llama la atención que sus
registros de escritura son universales, además posee una fuerte inclinación a
indagar poéticamente todo lo que las palabras pueden cubrir, no hay una idea
reduccionista de tematizar la poesía o adherirla al formato tradicional.
Alfredo Fressia opina de “Me gusta la capacidad de Randall Roque de hacer poesía
a partir de lo cotidiano, desde la mirada de su generación, de hacer ironía,
casi humor… Lo veo emparentado con los poetas que dialogan con la industria cultural”
y José Carlos Rodrigo piensa que “es una poesía de resistencia, un baluarte
contra los males de la vida mecanizada” coincido un poco con Fressia en cuanto a
esa idea de “lo cotidiano”, pero no como temática sino como campo de batalla de
la practicidad y desembocadura del caos existencial que genera el orden y la
imposición de la armonía sistémica, en cierto modo la vida cotidiana dejó de
pertenecernos porque ya nosotros no la construimos, asistimos a ella, nos la
dan enlatada, y apartando lo trágico o lo estructural del asunto, es ese
panóptico que todos llevamos como conciencia.
En cierto modo su poesía vuelve por las huellas existenciales
de las paradojas, a veces uno pareciera que está ante verdaderas escenas o
cuadros de trazos surrealistas, sin embargo no es así, uno asiste nada más
donde arde el poema cuando el sujeto enfrenta el mundo como nos lo ha sugerido
el sistema o la alienación, es aquí donde el poema suplanta la intimidad o más
bien la delata y pregona su rebeldía.
La idea de la nostalgia no como idea de la pérdida
existencial sino como un mal mayor cercano al hastío es materia básica de la
poesía de este autor: “Donde exista maldad, /ahí germinaremos”, “No hay otra
salida: / amar el monstruo que somos”, “Uno no sabe cómo deshacerse/ de una
casa que habitó/ dentro de otra casa” (Todos versos de poemas del libro
Contracultura). Una lectura o más bien una proximidad a la poesía de Radall
Roque es ese sentido de sus alegorías que no retoman el lenguaje de los
símbolos, ni los registros culturales y ni siquiera la retórica de la figura
misma, sino más bien propone nuevas versiones vinculadas a la ironía
tragicómica de la existencia.
La capacidad de elevar la insignificancia, la mundanidad y la
practicidad de la vida a un lenguaje superior que no quiere salvar ni los
instantes, ni al poema, ni al hombre sino mirarlo de frente; eso explica el
sarcasmo a flor de piel en muchos de sus poemas (“Colchón blanco para Sasha
Grey”, por ejemplo, uno de los mejores poemas de su libro Contracultura, donde
queda claro lo expresado aquí, esa exploración de planos no narrativos sino de
la realidad y cómo el poeta puede desmontar esa naturalización a priori cuando
nuestra percepción es cosificada).
Es Radall Roque un gran poeta, queda la invitación para leerle
y alegrarse por la buena salud de la poesía centroamericana.
RANDALL ROQUE
Escritor costarricense, nació en el año 1977. Ha publicado
libros de poesía y narrativa, entre los cuales están: “Cuando las luciérnagas
hablan” (Cuentos, 1998), “Itinerario de los amantes” (poesía, 2003), “Amores
domésticos” (fotopoemas, 2009), “Estrellas de madera” (CD: poemas
italiano-español, 2007), “Las Lunas del Ramadán y otras alegorías” (Libro
heterogéneo: cuento, poesía, fábula, aforismos, etc. 2011), “Los Alegres somos
más” (selección poética 2003-2012), “Alguien llama a tu puerta” (Cuento, 2014),
“Isla Pop” (poesía ilustrada por Carlos Tapia. REA, 2015). Obtuvo el Primer
Lugar en la Categoría de Poesía en el concurso ‘Letra Joven de Costa Rica,
1998’, Primer Lugar de Poesía en el Certamen Brunca de la Universidad Nacional
(Costa Rica, 2004), así como fue ganador del Primer Lugar en el Premio
Internazionale di Poesia Castello di Duino, 2007, reconocido por la UNESCO, la
Presidencia de la República de Italia y otorgado por el Príncipe Carlo
Alessandro Della Torre e Tasso en el Castillo de Duino donde el poeta Rainer
María Rilke escribió varias de sus obras.
POEMAS DE RANDALL ROQUE
COLCHÓN BLANCO PARA SASHA GREY
A eso de las tres y quince
de la tarde
llegó el nuevo colchón
matrimonial,
lo trajo un tipo mal
encarado
que exigía la
contrafactura
y un garabato en sus
papeles
Tuve que buscar en el
basurero
y sacudirle la borra del
café
para dejarla, al menos,
un poco presentable
Me gusta la cama con buen
espacio,
para las piernas, la ropa
y la distancia,
sobre todo, que sea
ortopédica
Luego, en la noche junto a
un Jack Daniel’s,
miraba una película porno
de Sasha Grey,
quien se sacrificó para
que todos gozáramos del cielo
y es lo más cercano a la
santidad en este mundo
De todas las escenas
repetidas,
atrajo mi atención de
inmediato
el colchón blanco
ortopédico
Qué bien se siente saber,
aunque sea de este modo,
que la garantía está
segura
Me levanté y fumé un
cigarro
¿De qué otra cosa podía
escribir, sino de esto?
PEZ CON CUCHILLO
Un pez grande y plateado
sobre una tabla blanca de
picar,
con un cuchillo de cocina
incrustado justo en el
medio.
Esta fue la imagen de un
sueño,
aún no entiendo por qué no
había
ni una sola gota de
sangre.
La muerte en un delantal
blanco
doblado con descuido sobre
una silla.
ROJO ESCARLATA
Yo miré a un inmigrante
mexicano lleno de sangre,
y su sangre era rojo
escarlata, gruesa
como vigas de acero en los
cimientos
del Hotel Plaza en
Atlantic City
y todas tenían inscrita la
firma Donald Trump
Miré a la diestra de
Obama, esa casa blanca
con policías robustos,
bien formados
y ciudadanos negros con la
sangre rojo escarlata
como trabajadores en la
ciudad de Mc Kinney,
con su carne debajo de
rieles y construcciones inmensas
Vendrán tiempos peores,
Dylann Roof,
en los que la sangre sea
rojo escarlata,
te cuenten como una de las
cincuenta estrellas
y no sientan pena
Tiempos en los que
asesinen a veinte niños
en la escuela primaria de
Sandy Hook de Newtown,
los noticiarios no tengan
asco de vender
y hagan a Gary Ridgway una
sonada canción
Vendrán tiempos peores
o pasaron sin darnos
cuenta