Mi generación le vio siempre como una leyenda poética. Su nombre mismo evocaba una saga mítica: Pompeyo del Valle. De ese modo sólo puede llamarse un héroe clásico o un poeta que siendo niño se recuesta sobre la hierba en la colosal noche de la historia y descubre un cometa, y no lo nombra, sino que con su dedo índice señala su camino en el firmamento. Mientras me preparaba para ir al trabajo, Ethel se acercó y me comentó que falleció Pompeyo del Valle. Inmediatamente recordé “La ruta fulgurante”. Conocí a Pompeyo del Valle, era un hombre naturalmente ceremonioso y de dulce conversación. Su poesía es una referencia para los escritores, artistas y poetas hondureños. Su vida igual. No hay poética sin el hombre. Un poema como “La ruta fulgurante” debería estar en todos los libros de las escuelas de Honduras. Sin duda, es un manifiesto estético y de amor que nos invita a vivir, a ser felices, resilientes y perseverantes. Un poema para salvaguardar la alegría a pesar...