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La gestión cultural comunitaria



Un día me solicitaron hacer un pronunciamiento político durante el Festival Internacional de Poesía Los Confines, una de las mayores plataformas culturales de Honduras, para apoyar a un partido político y condenar a otro. Agregaron al pedido que convenciera a los invitados de treinta países de firmarlo.

Dije que no. La razón tiene que ver con el sentido común: yo no soy “jefe de la bancada poética”, ni defino“una línea de pensamiento”. Mi labor es crear espacios culturales, con el objetivo de educarnos, reconocer la justicia para pensar de manera crítica, diversa y libre. Esto para un gestor implica responsabilidades profundas en las que se debe aprender a respetar la diversidad de criterios, opiniones y expresiones.

Nuestro festival es una expresión de memoria cultural contra el poder absurdo, la violencia y la desigualdad, y un espacio para proyectar la belleza de una tierra y los atributos de las personas que viven y trabajan en ella.

Quienes apoyan al festival y creen en él, han visto una riqueza que es interpretada desde diferentes ópticas. Por ejemplo, para los educadores es una oportunidad de llevar la literatura a sus centros educativos, tener la presencia de escritores profesiones y grandes académicos; los empresarios del turismo al apoyarlo generan un posicionamiento de su ciudad, una imagen sensible, promocionan sus marcas y fortalecen su responsabilidad social; las autoridades envían un mensaje positivo de gestión en materia de patrimonio y cohesión social; las entidades de cooperación robustecen sus acciones de convivencia y el redescubrimiento de la cultura como un lenguaje comunitario e inclusivo.

Muchos probos culturales, vacas sagradas o los moralistas de la estética, piensan que somos irresponsables al no establecer un frente y amurallarnos en una postura unilateral de pensamiento. Además, quienes más exigen pureza e ideologización, sean de cualquier bando, siempre son los que menos apoyan, los que menos hacen y paradójicamente los que más critican. Pero estos señalamientos se desbaratan cuando se les pide trabajar o cuando logran asimilar que son las comunidades en su complejidad y pluralidad de expresiones e ideas las que tejen sus propias redes de gestión cultural, porque los organizadores del festival creemos en una gestión cultural comunitaria donde “el liderazgo de experto” queda rebasado por la dinámica social propia y la naturaleza de cada comunidad. “A mí me gusta el festival en Copán Ruinas, siento que ahí tiene una fuerza popular y una integración del liderazgo de sus autoridades municipales”, me dijo una persona. Otra aprovechó para decir “Creo que esa sensación tan nostálgica e íntima de Gracias le da un toque especial y como los empresarios del turismo están comprometidos”. Yo opiné que ambas percepciones eran acertadas porque tenían la esencia particular y hermosa de quienes hacen el festival en distintos contextos.

Las personas e instituciones que realizan el Festival Internacional de Poesía Los Confines cumplen con un llamado de la sensibilidad al abrir un espacio para que los creadores y los públicos tengan voz y se escuchen, no sólo cuando el otro piensa igual, sino cuando piensa de manera diferente. Nos corresponde aprender a celebrar, incluso el desacuerdo, eso alienta la ciudadanía y permite que lo mejor brille y trascienda.

Yo creo que nunca la poesía tuvo escenarios tan hermosos en Gracias, Copan Ruinas, Santa Rosa y Siguatepeque como cuando sus habitantes se suman para ser parte de una historia cultural que merece se reproduzca hasta convertirse en un PaíspoEsible.

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