Hace un par de años, en el contexto de la Segunda Bienal de
las Artes Visuales de Honduras, fui invitado a dar una conferencia por los
organizadores. De aquel primer documento surgió un artículo que Felipe Rivera
Burgos publicó en su suplemento Orbis con el título El verdadero artista crea sus
signos; este documento tuvo enorme receptividad. Mi intención con ese
texto era ahondar en el trabajo de la crítica de artes visuales, las
instituciones y los artistas en el caso de Honduras. Todo está pendiente aún en
este caso, porque lo que antes era realidad en este país, donde las tareas
históricas no pasan ni siquiera de la faceta del planteamiento, hoy parecen,
saliva rosada de los chiquillos rebeldes del folclor pseudo urbano local.
Estoy interesadísimo en la Bienal de las Artes Visuales de
Honduras, y he escrito cuatro textos
sobre ella, digamos que no soy el más inteligente, pero sí quien más se ha
tratado de acercar a sus obras, a sus certezas y a su equívocos. Hoy cuelgo del
blog el artículo Un caballo de Troya entre conservadores, texto sobre la I
Bienal de Artes Visuales, publicado por la revista Artmedia. En otra entrada publicaré el texto El
verdadero artista crea sus propios signos publicado en Orbis, dos
diálogos con las dos bienales pasadas, y anuncio, mi artículo sobre la presente
bienal, se titula El arte de nadie en su tierra.
UN CABALLO DE TROYA
ENTRE CONSERVADORES
Emblemática por su fuerza novedosa y polémica por su
naturaleza la I Bienal de las Artes visuales de Honduras recrea todas las discusiones
posibles sobre el arte nacional. En su seno la discordia debe ser vista como
ganancia y las contradicciones como futuros diálogos sobre el arte hondureño.
Está muy bien hacer una valoración obra por obra, pero eso es
para otro artículo; lo que realmente importa para el arte hondureño es como se
ha planteado la Bienal de las Artes Visuales de Honduras y en ese devenir
contextualizar las nuevas tendencias estéticas en Honduras. El jurado de la
Bienal estaba compuesto por Haydee Venegas de Puerto Rico, Sebastián López de
Argentina-Países Bajos y Mónica Kupfer de Panamá. Se hizo una exposición núcleo
paralela a la Bienal, bajo la curaduría de la doctora María Dolores Torres de
España. Esta exposición núcleo hacía un recorrido meritorio por obras y artistas
destacados en algunos eventos, lo que daba una visión panorámica del trabajo
actual de nuestros creadores y permitió un dialogo visual, aunque incompleto,
mesurado y evocativo. La coordinación de todo el evento estuvo a cargo del
artista y curador Bayardo Blandino.
Las condiciones de participación de la Bienal fueron muy
justas, ya que permiten dar un merecido lugar a los artistas por su trayectoria
y se evita aquello que tanto mal le hace al arte hondureño para su evolución:
lo de los artistas ocasionales.
Los que hacen la crítica de Artes Visuales en Honduras,
deberían ver la Bienal en todo su contexto y relacionarla con los demás salones
de exhibición; ello permite saber cuánto hemos avanzado, puesto que, la Bienal,
lejos del sentido institucional, plantea la puesta en escena de nuevas formas
de lenguaje visual, pero le guarda alguna fidelidad a los lenguajes
tradicionales; sin embargo tal acontecimiento en ningún momento es demeritorio.
Ojo, la bienal, (como la Antología de las Artes Visuales) anuncia que hay
nuevos lenguajes y tentativas experimentales, no así uno puede arriesgarse a
hablar de relevo generacional, y esto sí es crítico, uno tiene que volver a los
nombres, a las individualidades, en ese sentido es necesario resaltar el
trabajo del jurado calificador que ha
sabido armar desde lo fragmentario, una imagen representativa de nuestro arte,
su elección es justa y comedida, y no deja lugar para la aventura. Tampoco se
debe interpretar la Bienal de las Artes Visuales de Honduras como la sola reacción
ante los géneros que tienen mayor tradición en el país; si se entiende de esa
manera, caemos en el diletantismo y en una percepción demasiada crasa y lineal.
Mi postura no es de apuesta por las nuevas formas de
expresión, sino de consolidación de lenguajes. No son los eventos lo más
importante para un arte nacional, sino como este se desarrolla históricamente y
como los eventos bien planteados corroboran esas evoluciones. Estos aciertos,
evoluciones, como los desaciertos, deben manejarse sin mezquindad y más bien
alentando la confrontación y la discusión porque despierta a la crítica, hace
que los artistas se detengan a reflexionar sobre su quehacer y remata contra
aquella idea de provincianismo, elevando así las posibilidades por un arte que
tenga sus sitio en un contexto superior y no en el circuito limitado como es el
caso de Honduras. Tal asunto me hace recordar un ensayo de Ramón Caballero, sus
palabras son claras y su motivo definido y es el de entender estas expresiones,
digamos experimentales, al margen de las manías personales y más bien como
idiosincrasia del arte universal. La exigencia crítica de Caballero, palpa esa
vocación por lo auténtico, por hacer un arte cuya primicia sea la constancia
estética bajo la clara tensión dialéctica con el mundo.
Las obras y los artistas seleccionados para representar a
Honduras en la Bienal Centroamericana son Adán Vallecillo Sevilla, con las
obras Cacerólica (escultura en metal,
sartén de teflón, antena de televisión 48x40) y Alpinistas (instalación, cintas métricas y tenedores 250x73x76) la
primera es una obra excepcional, pulcra, Cacerolica,
se determina por su materialidad, una sartén con una antena, obra simbólica por
el dialogo con la periferia y las relaciones de poder en el mundo del capital;
más allá del desecho o del uso del desecho para meras aspiraciones de
actividades tecnológicas, transmuta los usos y en los usos las condiciones
utilitarias de los objetos. La obra delata ese afán de sintonía o de falsa
carrera por hacer ver en el tercer mundo algunos detalles de avance o
urbanidad. Alpinistas, cinta métrica
con cubiertos para asir como manos, detalla un subuniverso construido desde la
prótesis, admite la confidencia de la risa y la desfachatez.
El caso de Nerlin Fuentes, no se discute. No hay plagio como
se le quiso acusar. Incluso hay una mala información sobre las obras, desde sus
nombres y desde la concepción de las mismas. Doble rojo, (pintura industrial sobre madera, díptico 250x190 cm)
obra que polemizó en el circuito, debido a un artículo que apareció en un
diario y que en cierto modo determinaba la obra como un remedo de otra de un
artista norteamericano. La obra de Nerlin Fuentes dialoga con la apariencia,
con lo que se entiende por homogéneo a fuerza de primera impresión y más allá
de la materialidad que evoca, posee como logro la suspicacia y la ironía. No es
una obra de solos atributos técnicos, de minimalismo mesurado, sino de claras
ideas por volver a la materia, a los objetos y a la naturaleza artística, pero
despojados de todo aquello que intenta dar conceptos definidos sobre que es tal
cosa en el mundo. El artículo de defensa de Nerlin Fuentes, publicado después
en el mismo diario, es preciso, denota profesionalismo y autenticidad sobre su
trabajo. Proyecciones de luz
(Montaje, técnica mixta sobre formica, candelas eléctricas, 90x180x140 cm)
encuentra en la composición de formas los caminos de la luminosidad, obra que
habla del tránsito de la luz de un punto a otro, mero artificio técnico parece
de entrada, lo cierto es que no convoca a la fluidez, sino que al reposo y
difiere de la sola puesta en escena de mecanismos técnicos o tecnológicos.
Fuentes, que hace años viene experimentando con distintos materiales, pero que
se ha dado a conocer por su pintura es una de las promesas de este circuito,
sus obras acumulan de manera genial la síntesis de un lenguaje poco explorado
en el arte nacional como lo es la introspectiva metalingüística y la reflexión
sobre la naturaleza prima de la materia, el color, las relaciones entre espacio
de observación y objeto artístico.
Nahúm Flores, presentó Generosas
formas de debatir (técnica mixta sobre papel 90.2x139 cm) y Maneras inofensivas de decir estoy aquí
(técnica mixta en papel en contenedores 14.5x 125 cm) La primera es una serie
de dibujos de extraordinaria calidad en hojas de papel. La obra fuerza el
dibujo al modo infantil, pero no se subyuga a ese detalle, más bien el uso de
tal recuerdo plantea la noción del desarraigo, no se dibuja como niño para
expresar, se dibuja como niño para encontrar en ese procedimiento algo palpable
de aquel paraíso o de aquel mundo que nos auto prometimos, y que se perdió, por
la quimera incendiada por la vida práctica que nos deja sin sueños. Cada dibujo
es un instante evocado, un eco de aquellas sensaciones dejadas a la débil luz
de la memoria.
Blas Aguilar, El virus
del miedo (técnica mixta sobre formica 122 x 124 cm) Cuando la vida vale L. 699 y 50 minutos al aire (técnica mixta
sobre formica, 122x244) El virus del miedo, es de impecable calidad como texto
plástico, por un lado, el vínculo con la abstracción y la sublimación de lo
figurativo, tasan un orden signico que no se ve adulterado ni confuso. Las
propiedades de la obra, sin la complicidad de su formato, dejan imaginar al
fantasma, casi en actitud totémica, en mutis, sin asechar, su sola presencia lo
domina todo.
Miguel Barahona con Pérdida
temporal de la memoria (fotografía digital, impresión ink-jet 156x206x2 cm)
parodia esa relación entre sujeto y lugar de estancia o de procedencia. Es una
fotografía que veta el rostro del personaje y que en la parte izquierda posee
una inscripción que evoca un vocabulario específico, con el que es juzgado el
emigrante o el que viaja siendo tercermundista. Otra obra de este artista es Trans-identidad (fotografía digital, impresión
ink-jet, tríptico 44x33) que de manera poética y con un nivel técnico depurado
deforma esa idea de ciudadano del mundo y convierte al sujeto en habitante de
sí mismo, de su soledad y de su propio desamparo.
De gran valor es el trabajo que Hugo Ochoa viene proponiendo,
artista que privilegia el video, sus obras Usnavi el inmigrante (video, mini
DVD, color, sonido, 3:26 min.) y El banano y la luna (vídeo, mini DVD, color,
sonido, 4:39 min.) combinan el ludismo y
la ironía para explorar esos mundos artificiales, o las escenas y el
sufrimiento ajeno, tal como el ojo lo hace con los mas media.
Las otras obras que fueron seleccionadas para estar en la
bienal, ofrecen multiplicidad de lenguajes; por razones de espacio, la lectura
de las seleccionadas es descriptiva y rápida, sin embargo hay que resaltar el
esfuerzo de estos artistas y la naturaleza estética de estas propuestas que no
le hacen bien al evento, sino a la plástica nacional. Creo que una lección para
todos es ver en la Bienal una posibilidad de diálogo entre si mismos, entre
generaciones y tendencias. Los eventos actuales como la Antología de las Artes
Visuales y la Bienal de las Artes Visuales de Honduras son buenos espacios para
reconocer evoluciones de nuestro arte. Por supuesto que es preocupante que a
estos eventos que son los más importantes del país, los maestros de nuestra
plástica no se presenten con continuidad, lejos de todo lo que puedan pensar,
es una prueba estética que permite emitir juicios comparativos, cuyo resultado
es la puesta franca de visiones que en su acuerdo, mutualidad y contradicción
construyan el imaginario de la actual estética, lejos de lo esporádico y lo
fragmentario.
La Primera Bienal de las Artes Visuales de Honduras es ese
hermoso Caballo de Troya en medio de unas visiones conservadoras y de unas
opiniones que no ceden a la reflexión, sino al ego y al temor por la novedad.
Definitivamente el aporte de los artistas y del evento se palpará en el futuro,
ya sea en la posibilidad de la exploración de lenguajes contemporáneos que
asienten en el país un arte con claras aspiraciones a dejar de ser local,
repetitivo e ingenuo. La tarea es de los artistas, pero que la crítica y que la
investigación se salven así mismas acompañando este proceso para las necesarias
señales intelectuales que no le hacen mal a nadie. Esperemos la Bienal
Centroamericana, en ese contexto queremos sopesar esta expresión del arte
nuestro.
Salvador Madrid
Bélgica, septiembre 2006