Hermann Broch tenía el espíritu hecho de la madera de
los genios. Lo probó con la publicación de la célebre trilogía Dei
Schlafwandler (Los sonámbulos) formada por las novelas “Pasenow o el
romanticismo”, “Esch o la anarquía” y “Huguenau o el realismo”,
publicadas entre 1931 y 1932. En cada una de esas novelas describió una época
desde los personajes centrales, cuya incapacidad de ser felices en el presente
estaba ligada a su estatus social y al enfermizo apego de la conservación de
unas formas de vida totalmente decadentes.
Si es válida aquella opinión acerca de que la
infelicidad de algunos hombres, a veces, la propicia el hecho de que sus ideas
van adelantadas a su propia vida o al artificio de la sociedad en que viven, el
destino, igual le depararía a Broch circunstancias oscuras: perseguido y
encarcelado por la Gestapo en Alt-Ausse, hijo del exilio. Nunca se le otorgó el
Premio Nobel de Literatura, aunque su obra nada más se puede comparar con la de
los monumentos literarios de todos los tiempos, y si la referencia es el siglo
XX, hay que incluirlo junto a Marcel Proust, Joyce y Kafka.
Salvador Mendiola en la nota de presentación del poema “Voces” editado en la colección Material
de lectura de la Universidad Nacional Autónoma de México dice que “Hermann Broch, como el justo, sufrirá
cárceles y persecuciones, vivirá la agonía del exilio, la certidumbre de que
este mundo (como es) no es para el hombre sino para quien derrama la sangre del
hombre. Y su respuesta, su voz, se moverá —indecisa— entre el silencio y la
verdad; pues desea llegar a ese punto donde las palabras ya no son los puentes
sino la meta, el punto final, la emancipación de los hombres. Viejo sueño
romántico: hacer que las voces regresen a la Voz, llegar al lugar donde decir
Yo es decir Nadie y es decir Todos.”
La narrativa de Broch, encuentra su centro en “La muerte de Virgilio”, publicada en
1945, es una obra capital de la literatura del siglo XX, primero por la osadía
formal de la novela que derribó la visión tradicional de los recursos
narrativos y después por la capacidad de hilvanar un texto donde la realidad,
la vigilia, el sueño, los recuerdos se confunden. La novela es una
introspección en las últimas horas de Virgilio el poeta que escribió La Eneida
y recrea un escenario magnánimo y a la vez frágil, pues los dilemas acerca del
arte y la vida, de la función de la obra creadora ante la muerte o la crisis
desmoronan las creencias, los valores y de esas ruinas que el hombre tiene que
partir a un viaje desconocido en busca de su destino.
Hermann Broch nació en Viena en 1886 dentro una familia
judía acomodada, después de sus estudios de educación secundaria se dedicó a
administrar el negocio de la familia; luego emprendió estudios sobre filosofía
y matemáticas, que abandonó para dedicarse por entero a escribir. Su oposición
al fascismo le causó persecución por parte de los nazis y se escapó de su país
gracias a la ayuda de otro escritor genial, James Joyce, su diáspora le llevó
por Escocia, Inglaterra y Estados Unidos. Murió el 30 de mayo de 1951 en Haven.
La editorial Igitur publicó en enero de 2007 la primera
traducción de la poesía de Broch al español y fue realizada por Montserrat
Armas y Rafael-José Díaz. La faceta de
poeta Hermann Broch, casi desconocida, sorprende con sus poemas donde no hay un
límite entre poesía e inteligencia, para este poeta, la inmediatez puede ser un
tema pero no un camino de creación; la poesía vuelve sobre un pulso total donde
poema hace del lenguaje la más palpable
inmensidad y a la vez, la prueba intocable de la comprensión del mundo a través
de la palabras. No hay una orilla al otro lado de las aguas, ni un vacío,
apenas está lo que nuestra imaginación quiere nombrar. Pareciera que los
dilemas de la existencia edifican un lenguaje poético denso; la muerte es así
presencia y recuerdo o llamada puntual sobre la caída de la tarde, el poeta
ante el universo, y ante su universo interior y ante su lenguaje y ante el
lenguaje del universo es la suma de las interrogantes y de las infinitas
soledades donde se vive y se muere. ¿Qué es el arte ante la muerte? Y en la
vida ¿Qué es?
Entregamos una selección
poética de la poesía de Broch, recogida en el libro “En mitad de la vida”, y dos fragmentos del poema “Voces” editado
en Material de Lectura de la UNAM.
POEMAS DE HERMANN BROCH
LA TRADICIÓN...
La tradición ha llegado a su fin,
Ha dejado de ser el espejo del hombre,
Y la mirada que contempla en los fragmentos ciegos
Se vuelve ciega.
Quién en esta época
No puede desprenderse de la tradición
Está perdido;
Quién no puede recordar
Su origen
Perece.
Desnudo y sin espejo está el mundo,
Sin espejo estás tú mismo.
Pero, en medio del espanto, la gracia de la desnudez
Te ha sido regalada:
Como un niño desamparado puedes mirar a diario,
De nuevo
En el mundo que ya no tiene espejo,
En su desnudez abierta,
Y a diario de nuevo el mundo te anuncia
Tu verdad,
La verdad de tu morir solitario.
DE LO CREATIVO
Quien sólo sabe lo que sabe no puede expresarlo;
Sólo cuando el conocer se sobrepasa a si mismo se
convierte en palabra,
sólo en lo inexpresable nace el lenguaje.
Y, porque se le ha impuesto lo divino, debe el hombre
cruzar una y otra vez la frontera y bajar
al lugar más allá de lo humano, una sombra
en el lugar del olvido cognoscente, de donde el retorno
es difícil
y sólo pocos lo logran.
Pero la creación de lo terrestre se les encarga a
aquellos
que han estado en la oscuridad y sin embargo se han
liberado
órficamente para el retorno doloroso.
PAISAJE VIRGILIANO
Porque lo verdadero es serio, desconfío de la alegría.
Se apagan por la tarde los colores del paisaje, incluso
del más alegre
Y muestra sus líneas más serias
Cuando el olivo que se oscurece, frente al gris
crepuscular del cielo, se mantiene
En vuelto en la inmovilidad.
Inmóvil e impasible está lo serio;
Parduzcas y negras, triángulo tras triángulo
Apenas se siguen reflejando en las olas ya calmadas,
En las olas del alma, y
No fluctúa la bandeja de la verdad.
Oh, lo pasado, que desciende al atardecer
Como presentimiento de lo siempre existente.
Luego la piedra se transforma en cristal, pero la tarea
diaria descansa en la seriedad
por la verdadera permanencia.
TERCETOS A LA NOCHE
La calle, abajo, está vacía en la noche,
A lo lejos suena aquí y allá una sirena de niebla
Y todo lo no sucedido me pesa:
El sueño ha llegado, fin y origen de la vida,
La ligera soledad que oculta lo pesado...
¿Comienzo de nuevo desde el principio?
Todavía no duermo, pero pronto estaré despierto,
Pues lo que sabemos se manifiesta de noche;
La oscuridad muestra lo que la luz oculta.
Frente a mi ventana están los árboles silenciosos;
Miro hacia abajo, luego apago las luces:
Qué feliz lo hace a uno esta calma,
Y siempre alguna casa vecina en algún lugar lejano.
REGRESO AL HOGAR EN LA VEJEZ
La noche profunda extingue
Mis estrellas una tras otra
Pero mi linterna
me guía en el camino de regreso a casa,
Que en su centro más estrecho
Salva la más lejana lejanía
De toda una construcción de mundos.
Nunca fueron peores los tiempos,
Sin embargo: lo que nunca pierdo,
Sé que está en la habitación mágica;
Con la lejanía estás aquí,
Y te quiero para siempre.
Oscuro es el destello de la muerte,
Claro y más claro se vuelve en mí.
LO INENCONTRABLE
Buscas el comienzo, lo vuelves a buscar;
Tan bello, tan bello era que tú ahora crees
Que es el sentido que haces de nuevo reverdecer,
Y te resucita trozo a trozo
El pasado, la dicha.
¡La montaña, el paisaje, un hotel,
Los buenos tiempos! Amaste a una mujer,
Casi tenía sentido; un jardín de infancia lleno de
rocío...
¿No te arrodillaste? Oh, se escapó, se escapó tan
rápido,
Un modelo de dicha.
De nuevo te arrodillas, ahora ya un anciano,
Y buscas lo bello, en lo que ya no crees,
Porque como siempre te privas a ti mismo de belleza,
Privado del sentido que corría por los dedos,
Buscas tu culpa en el pasado, la buscas en él cuando
Palpando lo inaprensible, conmovido de tu robo:
¿Cuándo comenzó la desdicha,
Cuándo comenzó?
VOCES
1913
De todos
los sufrimientos
que los
hombres se infligen entre sí,
no es la
guerra el peor mal,
es sólo
el más absurdo
y padre
de todas las cosas.
Y el
mundo de los hombres
ha
heredado de la guerra la insensatez,
que está
incrustada inextirpable en su carne.
Dolor,
¡oh, dolor!
La
insensatez no es más que falta de imaginación,
ridiculiza
lo abstracto,
habla
absurdamente de cosas
santas,
del suelo
y del honor de la patria,
de
mujeres y niños a los que hay que defender.
Pero si
se halla ante lo
concreto,
entonces enmudece
y es
incapaz de imaginar los rostros,
los
cuerpos y los miembros
desgarrados
de los hombres,
así como
el hambre que en mujeres
y niños
ella misma
ha
despertado.
Así es la
insensatez, merecedor
a de la
piedad de Dios,
la
insensatez de los filósofos y de los poetas,
que
hablan, sin saber, de espíritus sangrantes,
de bocas
babeantes,
y de la
santidad de la guerra.
Pero
deben evitar las banderas ondeantes
de las
barricadas,
pues allí
acecha la verborrea abstracta,
la falta
de responsabilidad sangrienta y sanguinaria.
Dolor,
¡oh, dolor!
VOCES
1933
No nos
engañemos,
nunca
seremos buenos;
arrastrados
de borrachera en borrachera,
vamos
hacia la tortura y la sangre.
Amamos la
pena de muerte,
con el
látigo, la soga y los gritos;
con
cincuenta valientes latigazos
liberamos
las costillas y la columna vertebral.
El hierro
del garrote
quiebra
lentamente la nuca,
y de la
hirsuta barba del reo
cuelga la
lengua azul.
Nuestro
progreso tiene mucho que agradecer
a la
juiciosa guillotina;
la silla
eléctrica,
que
tortura sin hablar,
sirve
para idéntico fin.
Los
patíbulos de acero
para dos
o cuatro personas,
orgullo
del ejército alemán,
se mueven
sobre neumáticos de goma.
Las
plumas diseñan en los tableros de dibujo
y nadie,
nadie, siente temor.
La nueva
cruz de Gólgota
hecha de
tubos y enchufes,
se puede
transportar, brillante, sobre ruedas,
exacta,
para que la gente lo crea,
y luego
los ingenieros
le
atornillarán allí.