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León Leiva Gallardo: “la razón miente más que la poesía”

Conocí a León Leiva Gallardo mientras cruzábamos la hojarasca de las horas que precedían al vodka de la madrugada y a la voz pausada del poeta Rigoberto Paredes. Otro poeta, Dennis Ávila, rasguñaba los versos de Vallejo y pasajes de una novela de John Kennedy Toole “La conjura de los necios”. Era un tiempo hermoso, lo digo por tener a Rigoberto Paredes entre nosotros y porque mi generación aún no se había dispersado, aún la ciudad de Tegucigalpa y el Café Paradiso era esa cede común y el punto para las tertulias, los préstamos de libros, lecturas vitales de poesía y magnificas discusiones sobre arte y política; lo digo por mi generación. De León Leiva Gallardo supe dos cosas esenciales esa madrugada: la primera que era un novelista desconocido en Honduras a pesar de tener dos novelas bien logradas y publicadas en Tusquets Editores, una de las editoriales más importantes de Hispanoamérica; hablo de dos magníficas novelas “Guadalajara de noche” y “La casa del cementerio”; la segunda cosa que supe de él es que era tan mundano como un animal de luz y para colmo de males, poeta. Ahí mismo organizamos una lectura de poesía para las próximas semanas y comenzamos a encontrarnos con regularidad en el Café Paradiso para conversar con este hombre de Amapala que vive en Estados Unidos de Norteamérica y que sin duda es un hondureño brillante, hacedor de una literatura de la diáspora y de la deriva.

De la lectura que hizo León Leiva Gallardo en Tegucigalpa, recuerdo perfectamente su signo: eran textos que recorrían la década de mil novecientos ochenta y noventa, textos marcados por ese fantasma indeleble de la Guerra Fría, por la noción de resistencia y pertenencia a una tierra y por estar sintonizados con las expresiones poéticas de aquellos días, pero también me llamó poderosamente la atención descubrir algo: León Leiva Gallardo a pesar de vivir en el extranjero se sabía de aquí y del mundo, sus poemas tenían una furiosa nostalgia no sólo de un lugar geográfico, en este caso su tierra, sino un tono de hastío y de un individualismo que se rebelaba contra lo establecido por el sistema como modelo de vida. Otro dato es que León Leiva conoce nuestra tradición poética y narrativa y ha tenido esa cercana relación con su esencia a pesar de la distancia y de esos tirones de la lejanía que hoy sabemos llevar con el camuflaje del boom del internet y de las redes sociales.

“Tríptico, tres lustros de poesía” es un libro que se divide en tres partes, sin duda tres libros bien marcados por los tonos que en él encontramos. La primera parte “Damián” explora una presencia que se abre a la experiencia del mundo a través de los sentidos y por supuesto desde la audacia de ser sobreviviente, sea que se nos muestre como presencia ingrávida, invención, personaje de ficción o metáfora del yo poético, es ante todo una realidad poética que trasgrede la presencia física y se vuelve hacedor y testigo de la vida. La segunda parte “Palabras al acecho” se vuelca por la búsqueda de la perfección y la imperfección y parece que al final nos plantea el dilema de la imposibilidad o de lo inacabado; los poemas de esta parte del libro poseen cierto sentido simbólico mucho más intencional y marcado y de algún modo sus imágenes también se vuelven herméticas y distantes. El cierre del libro es “Demasiado humano” donde se entra en conflicto abierto con las creencias tanto del autor como de su tiempo y hay una herida abierta desde donde se plantea el debate sobre la orfandad humana o sobre el absurdo. Esta herida es Dios y es ahí donde el diálogo desata un vendaval sobre todo lo que es sagrado y que se cuestiona desde la conciencia humana y desde una nostalgia: la del hombre natural y primitivo, no de los primeros hombres del planeta, sino de los seres liberados de las propias cadenas que ellos mismos han fundido en sus fraguas; sin duda una gran metáfora de la condición del hombre contemporáneo.

León Leiva Gallardo es uno de nuestros grandes poetas hondureños y un novelista de primer orden; su libro “Tríptico, tres lustros de poesía” es de esas noticias que dignifican el panorama de nuestras letras y sin duda un descubrimiento de una voz cuya vocación y madurez no se discute y que amplía ese panorama de las voces de nuestra literatura en la diáspora o en esos exilios tan personales de nuestros creadores. Un poeta de oficio y con esa aspiración dialéctica por indagar su tiempo, nuestro tiempo, y de plantear la necesidad de destruir las etiquetas puestas sobre la realidad y elevar el conflicto como primicia de esos otros caminos que también llevan a la luz o  a la perdición.


PERFIL

León Leiva Gallardo (Amapala, Honduras, 1962) Estudió psicología y letras en la Universidad de Northeastern Illinois, es autor de las novelas “Guadalajara de noche” y “La casa del cementerio” (Tusquets Editores, 2006 y 2008, respectivamente), y “Palabras al acecho” en la coedición “Desarraigos: Cuatro poetas latinoamericanos en Chicago” (Vocesueltas, 2008). Su obra está presente en revistas literarias y en antologías, entre ellas: “En el ojo del viento” (John Barry, 2004) y “Astillas de luz”/Shards of Light (Tía Chucha Press, 2000).

SELECCIÓN DE POEMAS DE  "TRÍPTICO: TRES LUSTROS DE POESÍA"

EL PERFECTO IMPERFECTO

Sabe que la razón miente más que la poesía
por eso no me permite pensar

en las noches de insomnio
desventurado poeta que soy yo
le envío a su cova mi discordia

la mentira de un ángel
la verdad de un demonio
el mutismo de un orador
la ceguera de un escriba

pero él —mi único enemigo—
me descompone todo soliloquio

insiste en un todo misterioso
un tercer ojo en el cenit
un logos perfectamente
imperfecto

una palabra —me insiste—
fiel bella franca y fulgurante
que también desmienta la poesía


EL GRITO EN EL CIELO

Dio el grito en el cielo
una frase común en su casa
quizá una frase común en su país

hasta que dio el grito en el cielo

pegó la lengua ardida en el paladar
pegó la voz quebrada en el silencio

dio el grito en el cielo

y quedó mudo
como una de esas cuerdas reventadas
la guitarra sorda

ahora
desde el fondo de su litera
ve el cielo de su casa
el cielo de su país
y da un suspiro
como un trámite de aire
vuelto mal aliento

nada
solar donde nace y muere cada día



PRESIDIARIO

Sus días son
como los del perpetuo presidiario:
el día es un día completo
la noche es otro día más

por eso se libera en dípticos
por eso se envejece en coplas

he ahí su pecho de par en par
porque no conoce la noche
y mientras discurre su eternidad
ejecuta al poeta
este otro preso diario que lo habita
día y noche



EL VIAJERO Y SUS PAISAJES

Cuando niño
solía viajar con su madre por los pueblos del Sur
su mirada apenas alcanzaba los bordes de los autos
(sus ojos ebrios de paisajes nauseabundos)
a él le importaba poco el mar
el valle o la montaña
sólo quería llegar

todo viaje en su infancia fue tortuoso
si su madre lo dejaba lloraba
si lo llevaba vomitaba


ahora que ella ha cambiado de estatura y de piel
los viajes se le han ido a un interior sin fin
los humores no han cambiado
solamente han convergido

cuando la mujer que ama lo abandona
gime como un cisne (que no muere)
y cuando lo lleva de la mano
ladra como ladran los perros
desde el lobo de sus dos órbitas negras

pues se le ha quedado el hábito
de no ver el paisaje y sus encantos
siempre sigue queriendo llegar
y nada más que llegar
y aunque su mirada ahora esté
por encima de todo
ya no quiere ver nada
los ojos ya dejaron de ser sus sentidos

dice que hay viajeros que sólo son paisaje
pretenden ir o venir y nunca llegan
se quedan inciertos en el horizonte

donde él quiere llegar
están todos los paisajes del mundo
una sola instancia
—en un segundo digamos—
que dura toda una vida


TROPIEZA CON DOS PIEDRAS EN EL CAMINO

Las verdades también nacen
crecen y se desarrollan
algunas evolucionan otras
quedan escondidas como gestos
recesivos y anodinos
muchas mueren
pero algunas permanecen en el tiempo
sin lugar propio
y se convierten en inmundas mentiras

dichas las mentiras también nacen
crecen y se desarrollan
algunas evolucionan
otras
quedan escondidas como gestos
recesivos y malignos
muchas mueren pero algunas
permanecen en el tiempo
y se convierten en nobles verdades

qué piedra en el camino es
diamante o carbón
conocimiento puro
la base de su casa
la señal de un viajero
o la última caricia de la tierra
lapidaria


DEMASIADO HUMANO

Basta con que un pájaro
nazca pájaro
para construir su nido

Basta con que una flor
nazca flor
para emitir su aroma

Basta con que una roca
nazca roca
para asomar su sombra

Pensar que un hombre
puede morir mil veces
y las mil veces morir
sin haber nacido


DELIRIO

algunos trenes van
grisáceos
como el agua y el mercurio
a desembocar en la calidez de la tarde

también se desplaza la gente
cual garduñas en busca del cauce
por las estaciones

en la noche
los trenes ya vacíos
se retuercen como anguilas de fósforo
salen de los subterráneos

yo permanezco cautivo
desde una ventanilla amago un ademán con la mirada
pero mi imagen queda quieta en el cristal

trenes color de mi espejo
helados trenes color de pez y de platino
color de mar cuando el cielo está nublado

trenes que salen de mi boca
de una gruta
salen de mi boca como el filo de una espada de magia
trenes lamidos de aluminio
trenes sin conductor
sin pasajeros —sin rieles—
pero trenes
en mis sueños metalúrgicos de lluvia de escamas
de ojos mamíferos:

en el sueño el hombre es visionario
lugar donde el ayer y el mañana se amalgaman
pero el sueño se escurre también
—elemento inasible—
por la superficie . . .

de mi boca sale el filo del termómetro
febril y sumamente gris


DEMASIADO TARDE

Todo es al revés. No sólo fue el reloj lo que se inventó. También se inventó el tiempo. Al principio, solo en el universo, el Hombre cultiva su propia inteligencia y se vuelve el verdadero creador: concibe lo material y lo inmaterial, lo real y lo maravilloso, el bien y el mal, lo bello y lo feo, el odio y el amor. Por último, ya senil y agotado, pierde la memoria de todo lo que ha creado y termina inventando a Dios y al Demonio, y luego cree que éstos son los que le dan cuerda al reloj.


VOIDBERGS

algunas naves pasan y se quedan idas
inermes
en el espacio sideral

debe ser frío el vacío que ocupan
pero debe ser aún más incandescente
la aparición de la luz mayor
tras el ciclo de sombra

a vista del universal tenor
el paisaje en esa dimensión
ha de ser marchito
como el sorteo microscópico
de algunas partículas de acero

¿qué esperan esas naves
para seguir su curso?

las naves enormes
nunca esperan viajero
como buques de alto calado
simplemente avanzan avanzan

pero estas mis naves esperan algo
o a alguien
luego se contorsionan en la nada
como lastimadas formas de hielo
como icebergs
se derriten en el opúsculo
de su propio encanto
¡qué manera de ser y no ser!

así como hay icebergs en la mar
debe haber bolsones
de vacío congelado
en el espacio sideral

la última de mis naves que vi quedarse ida
inerme
seguramente se internó en un voidberg

¡qué manera de ser y no ser!

INCINERACIÓN

este reposo no es de huesos
tampoco palpita aquel órgano
que mal administra mi amor
este es un trámite de ciencias

el sofá se va a encender solo
la piel va arder como sátira
en sus propios últimos óleos
no abran la ventana —apesta—

dejen que los coroneles vengan
a levantar los despojos con palas
ellos están bien acostumbrados

en cambio ustedes televidentes
padecen de demasiado pudor
son unos bárbaros trasnochados

  

BREVES VARIACIONES DEL TEMA

Todos lo hemos hecho alguna vez
echarnos en la yerba la tierra o la arena
cerrar los ojos para descartar realidades
sentir que la niebla cenicienta del silencio
nos incorpora a la espesura de la noche
y luego convertirnos en seres primordiales
para abrir los sentidos y ver sentir escuchar
por primera vez la grave sinfonía del todo

una vez incorpóreos —primitivos que somos—
descubrimos que la eternidad está también
en cada vello en cada poro de nuestro cuerpo

acariciamos la grama la tierra o la arena
y palpamos la piel misma del universo
nos entusiasmamos soñamos y enrarecidos
viajamos por los laberintos fractales
hasta que nos percatamos de que en verdad
todas las estrellas del oscuro abismo
nacieron desapercibidas de nosotros
los seres vivientes

la palabra misma lo explica —eternidad—
infinito absoluto que es demasiada luz
para un par de extraviados ojos
de un hombre y una mujer

era de esperarse entonces que al final del juego
—el sonido del silencio abrumando el frágil cuerpo—
nos sintiéramos invadidos por la nada

pero el ingenio humano es tan emprendedor
y aprovechándonos del estado aún primordial
comenzamos a inventar los instrumentos
que nos permitirían hacer las variaciones
sobre el tema original —la eterna sinfonía—

antes de levantarnos teníamos que ponderar
la manera de ver sentir y escuchar al universo
y lo logramos por siglos y los siglos mas
mortales fallidos que éramos confundíamos
las variaciones del tema con el tema original

entonces dejamos de ser primordiales
y volvimos a ser simple hombre—y—mujer

ahora siendo todos demasiado humanos
a nosotros los mortales nos duele comprender
que también somos variaciones del tema
breves variaciones del tema


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