El poeta Rigoberto Paredes me lo dijo
después de recibir una llamada del artista hondureño Delmer López para
invitarlo a la quema de las chimeneas de Trinidad Santa Bárbara: “Tengo el
orgullo de ser descendiente de un pueblo mágico, lleno de locos y pirómanos:
Trinidad, Santa Bárbara. Soy de la tierra del fuego y de los locos” y yo le
creí porque en ese tiempo ya había escuchado esas historias del fuego y me
intrigaba esta gente blanca o morena, barbados, escandalosos, espontáneos y
confianzudos. Con Rigoberto Paredes, uno de los mayores poetas de la historia
hondureña, nos quedábamos horas a hablar de nuestra tierra, refugiados entre
relatos fantásticos. Luego se ponía serio, cuando yo le decía que el triniteco
Pecho de Águila Zelaya era más famoso que él. “Salvatore, ve a Trinidad y ahí
te contarán la historia cuando yo siendo portero le paré un penal a Pecho de
Águila Zelaya, así que somos igual de grandes…”.
En Honduras hay celebraciones hermosas,
pero pocas se comparan con la quema de la Chimeneas en Trinidad Santa Bárbara,
una fiesta popular realizada por Teatro La Siembra y su coordinador, Delmer
López, un espíritu inquieto, un hondureño amoroso y patriota que se dedica al
teatro, la poesía, la música y la gestión cultural. Durante meses los
trinitecos realizan esculturas gigantes de papel, madera y alambre, surgen
formas hermosas que rememoran tradiciones, personajes, historias o discursan
sobre temas de la realidad nacional; esas esculturas inmensas, algunas del
tamaño de una casa o una iglesia, se exhiben durante tres días, y luego, en la
noche del tercer día, son quemadas ante los ojos de la multitud; unas veinte
mil personas esperan ese instante mágico alrededor del fuego. Esta celebración
tuvo su origen en la conmemoración de la concepción de María, cada ocho de
diciembre, cuando el pueblo de Trinidad encendía fogatas frente a sus casas y
luego evolucionó a formas escultóricas que arden en el fuego que es el centro
de la celebración y al que se suma el teatro, la convivencia y la fiesta
popular callejera en uno de los pueblos más pintorescos de Honduras. En el
momento de la quema intervienen los zanqueros de Teatro La Siembra, cuyos
movimientos evocan aquellos rituales de los hombres alrededor del fuego, no
sólo los primitivos, sino los actuales en nuestras aldeas, en nuestras
celebraciones o instantes donde el fuego ese esencial. Las chimeneas son un
regreso a los grandes relatos colectivos y a sus metáforas, simbolizan la
semilla del fuego en el corazón de cada persona que asiste y que luego sigue su
camino y cuenta lo que vio.
Las Chimeneas de Trinidad Santa
Bárbara se exhibirán del 8 al 10 de diciembre; la quema se realizará la noche
del sábado 10 de diciembre, un espectáculo magistral en un pueblo pacífico y
hospitalario. Este año, algunos de los diseños de Las Chimeneas son obra de una
promesa del arte nacional, el joven artista Cristian Gavarrete. He realizado una entrevista al artista Delmer
López para profundizar un poco más en esta tradición a la que deberíamos
asistir todos los hondureños para acercarnos al fuego y traernos una semilla en
nuestro corazón y de ese modo convertirnos en los seres luminosos de la
esperanza.
El artista Delmer López en una fotografía de Ulises Alvarado
ENTREVISTA
CON EL ARTISTA DELMER LÓPEZ
SALVADOR
MADRID ¿Cómo debemos entender las
chimeneas de Trinidad, Santa Bárbara en su dimensión histórica y artística?
DELMER
LÓPEZ: Al principio las chimeneas eran una expresión popular, religiosa y
consistía en piras de leña y ocote que se encendían en este pueblo desde
tiempos antiguos para conmemorar la concepción de María, cada ocho de
diciembre. Significa para la fe católica una celebración de luz; pero también
es un signo que marcó nuestra infancia ya que después de la quema del ocote se
abre un espacio de convivencia entre las niñas, los niños y los adultos. En ese
sentido el origen no es estético, sino religioso, popular y de un fuerte
sentido comunitario, una celebración íntima, pero colectiva e inclusiva cuya
esencia nos une alrededor del fuego.
S.M.
¿Cómo fueron las primeras chimeneas en
Trinidad?
D.L. Todavía se
mantienen: el 8 de diciembre se encienden las chimeneas de ocote. En otros
lugares les llaman luminarias y siguen resguardando la misma forma, un conjunto
piramidal de leña y ocote que arde frente a cada casa de familia antes los
repiques de la iglesia que llaman a
misa.
S.M. ¿Qué alentó esa evolución: de fogatas
encendidas con un sentido religioso a una expresión escultórica y performática,
con un discurso estético y hasta político?
D.L. El hallazgo
o la evolución de las fogatas a las primeras formas escultóricas, fue
espontáneo, fue como descubrir un mensaje en el fuego que encomendaba que el
ocote se transformara en otra cosa y es ahí donde entra el ingenio popular de
la convivencia al alucinar o visualizar una creación alrededor de ese fuego; a
esto se agrega la música y el teatro, especialmente la zanquería; es ahí donde
ya podemos hablar de la naturaleza artística sin perder el elemento de la
convivencia. Las chimeneas comienzan a tener un sentido de búsqueda y los
jóvenes se apropian de formas cercanas a la escultura que junto con el teatro
le dan un sentido más allá del significado religioso para discursar hacia otras
perspectivas de la realidad local, nacional y de nuestras vidas que es lo que
las sostiene ahora, o sea el discurso estético. Las chimeneas siempre
resguardan el fuego para la purificación y el entendimiento de la memoria. Cuando
comenzamos el proceso de revalorización de las chimeneas fue el descubrimiento
de la convivencia de los barrios en el pueblo: la fiesta, la solidaridad, la
alegría, el trabajo en equipo, comidas colectivas, era un paseo de barrio en
barrio.
S.M. ¿Las
chimeneas de hoy son una interpretación artística de las primeras?
D.L. Yo creo que
no; las originales siguen ahí y se encienden siempre: las nuevas se alimentan
de ellas. La evolución proviene de la necesidad de los jóvenes de querer
representar sus ideas y resguardar el fuego, porque es la luz libertadora, la
luz que quiere nacer, que busca un sitio para nacer, y que luego es perseguida,
esa luz es la que va a liberar a los pueblos, por eso hay tantos jóvenes
haciendo chimeneas. El hecho que ahora sean esculturas gigantescas que tienen
origen en aquellos fuegos primigenios del ocote
no es una interpretación es una expresión en movimiento que encontró en el arte
y en la expresión popular su propio camino. Aunque tienen origen en la fe
católica, se han desligado de ella: hacemos las chimeneas no por una cuestión
religiosa sino porque queremos expresar al mundo que descubrimos a través de
elementos sencillos que nos permitieron darle forma a una idea y alrededor del
fuego edificar algo más inmenso: obras de arte. Hoy son parte de una tradición
local que ha trascendido y que al mismo tiempo nos enorgullece. Aquí nadie vino
a enseñarnos como hacer esculturas de este tipo, es una búsqueda propia. Si no
hubiese esas primeras chimeneas, esos primeros fuegos de ocote, ese fuego de la
fiesta de la concepción de María no existiera esta expresión.
S.M. El
fuego es el gran edificador de las chimeneas y a la vez las consume, ¿En esa
naturaleza efímera que podemos leer o descifrar?
D.L. El poeta
Rigoberto Paredes decía que los trinitecos tenemos un alma pirómana, nos gusta
el fuego y siempre esperábamos ese instante de las chimeneas de ocote; este
fuego se resguarda para purificar, para sustentar que lo efímero permanece en
la memoria colectiva y es ahí donde la obra de arte no se destruye y encuentra
en el fuego un guardián. Las chimeneas pasan tres procesos, el primero es la
elaboración; el segundo es verlas terminadas y hermosas, es aquí donde siempre
se entra en conflicto pues mucha gente desea guardarlas, coleccionarlas o
llevárselas pero la única manera que se las lleve es en su recuerdo como fuego
y ese fuego hace que las chimeneas tomen otras formas; el tercer proceso es el
momento de la quema donde sucede una catarsis colectiva: se grita, se canta, se
dramatiza, se llora, es ahí donde el fuego adquiere su significado original: no
se queman para ser olvidadas sino para ser resguardadas en la memoria y juramos
ante ese fuego que las del próximo año tienen que ser mejores, juramos renacer
de las cenizas, ser mejores y que este fuego nos ilumine y que marchemos
después de quemarlas totalmente libres y con un sentido de esperanza.
S.M.
¿Y si no las quemarán?
D.L. Si sólo
fueran esculturas gigantes, la gente vendría, pero no tendría el impacto del
fuego y su estremecimiento. La obra debe cumplir su final: el fuego. No
producimos arte de colección sino arte efímero, pero que nos encamine a buscar
valores que sostengan el humanismo. El fuego de las chimeneas no es destructivo
es creador. Esta relación tan íntima y antigua con el fuego renace cada vez con
esta tradición porque están ligadas a una construcción interior, espiritual:
las chimeneas arderán porque esa es su magia. El fuego no se apaga se queda en
nosotros como una semilla de luz que germina para celebrar la vida y alimentar
la esperanza de volver a construirlas junto a otras fuerzas, a otros cantos a
otras voces, ese fuego nos recuerda que también el ser humano es efímero y que
sólo el arte o la espiritualidad es lo que sobrevive.
S.M.
¿En qué año comienza la tradición de las
chimeneas gigantes?
D.L. Los
primeros años fueron chimeneas pequeñas y luego crecieron, aunque ya la
expresión se realizaba, se organizó en el año dos mil. Primero fueron en los
barrios, luego el pueblo decidió colocarlas en un solo lugar en el 2003 y se
creó el Paseo Real de las Chimeneas Gigantes y el 2007 establecimos
la Feria del Paseo Real de las Chimeneas; Ya no se trabajaba en los distintos
barrios sino que en un solo lugar, esto permitió que las técnicas de
elaboración también pudieran compartirse, aprender juntos, crecer juntos,
decidir juntos. Hay un grupo consolidado que asesora, define y tiene su
reglamentación.
S.M.
¿Quiénes son los pioneros de las
chimeneas?
D.L. Los barrios
pioneros son El Centro, El Picacho, Juan Lindo, San Juan 2. Los jóvenes que
están desde un inicio son Carlos Amílcar Paredes, Ramón Alejandro Rivera
“Mega”, Nicolás Bueso, Javier Galindo, José Luis Mejía, José Armando Pascua,
Dinora Pérez, Cristhian Fajardo y José Paz, con ellos iniciaron, hoy ya son
adultos y padres de familia. Cada año nacen nuevos “Chimeneros”, porque son el
orgullo de este pueblo, hay más de cien jóvenes que se suman a esta labor.
Hemos creado un arte popular, un oficio, una manera de sentirnos felices y de
hacer algo valioso para nuestro pueblo y para el país, que despierte el interés
de muchas instituciones. Este es un espacio único en el país.
S.M.
¿Cuál es la diferencia entre una Falla y
una Chimenea? Te pregunto porque mucha gente quería conectar las chimeneas con
las Fallas de Valencia.
D.L. Nunca he
visto en vivo una falla y no tienen conexión alguna con las chimeneas. Esta
expresión nació del corazón creativo de este pueblo. Aquí nadie ha estudiado
escultura, es una búsqueda que se perfecciona, crece y cambia desde la
necesidad propia de la expresión. Una chimenea tiene tres momentos: el tema, el
individuo que las hace debe reflexionar sobre esa temática, hay un discurso que
no es decorativo, ni turístico, ni solamente estético, hay una postura; el otro
momento es la resolución en una forma escultórica de una idea y el último
momento integra al teatro para hacer la quema.
S.M.
¿Cómo escogen las temáticas, hemos
presenciado que cada año la expresión es diversa?
D.L. Luchamos
porque los diseños sean propios, solicitamos colaboración de artistas, otras
veces nos hemos dejado tentar por expresiones de artistas internacionales cuyos
discursos nos parecen consecuentes, mágicos o críticos de nuestra época; aunque
la originalidad aquí tiene que ver también con la manera en que asimilamos la
diversidad; por ejemplo este año le pedimos al joven artista Cristian
Gavarrete que realizara algunos diseños
en base a las discusiones e ideas de quienes las hacemos. La temática se
discute, según relevancia, atractivo y que guste, en primer lugar a los jóvenes
y al pueblo. Como coordinador de esta fiesta no impongo sólo canalizo lo que el
grupo quiere.
S.M.
¿Cuál es el tema de este año?
D.L. El tema de
este año es “Defendiendo sin miedo a la madre tierra”, nos importa la defensa
del medio ambiente y somos críticos sobre la muerte violenta de los defensores
del ambiente. Nos preocupa que la vida se esté vendiendo y las chimeneas son
para defender la vida.
S.M.
¿Cuantas personas asisten a ver las
chimeneas?
D.L. Asisten más
de veinte mil personas. Trinidad, Santa Bárbara, literalmente colapsa, la gente
se debe hospedar en otros pueblos y ciudades cercanas.
S.M.
¿Hay un beneficio económico para
Trinidad?
D.L. El arte y
la cultura desarrollan a los pueblos no sólo a nivel espiritual sino que genera
riqueza. Las chimeneas son importantes para
todos los trinitecos, generan un movimiento económico que beneficia a quien
vende chicles, hasta quien ofrece servicios hoteleros, comunicaciones,
alimentación, etc. Pero los que realizamos la expresión necesitamos crecer en
este sentido, debemos ser propositivos y de algún modo recibir algún beneficio,
los artistas tenemos que evolucionar y hacer de nuestras expresiones una forma
honesta de ganarnos la vida con dignidad, nos hemos dado cuenta que tenemos
derecho a ganar económicamente para sobrevivir con nuestras familias y darle
sostenibilidad en el tiempo a esta expresión. Es un proyecto hermoso, sensible,
mágico pero quienes lo hacemos nos sacrificamos. Nosotros no queremos llamar al
turismo, no nos interesa, no queremos turistas, ni gente curiosa, queremos
compañeros, somos un pueblo pequeño y no queremos que nadie venga creyéndose
turista, es mejor que vengan creyéndose amorosos, locos, sensibles y felices a
visitar este gran manicomio mágico y de ese modo entrar en un trato familiar y
de confianza. No queremos sentirnos extraños, ni que las visitas sean extrañas
para nosotros. Queremos que todos sepan que somos una propuesta artística con
su propia identidad; este es un arte del pueblo frente a su pueblo.
S.M.
¿Pero es inevitable la llegada de los turistas?
D.L. Si. Lo
sabemos y los esperamos, pero como dije antes, queremos visitas, compañeros,
que se despojen de la sola idea de “turistas”, aquí entra una discusión nueva
para nosotros, un pueblo pequeño, un lugar al que han querido promocionar como pueblo
turístico, yo no le apuesto a un “pueblo turístico”, yo le apuesto a un “pueblo
de arte y cultura” donde no se nos convierta en suvenir, si no que juntos, los
habitantes y las visitas construyamos una idea diferente y sensible y que
actuemos en un escenario que sea imagen de un mundo más justo y feliz.
S.M.
¿Hay un sentido político en esta
expresión?
D.L. Las
chimeneas son libres, nadie les puede imponer un destino. Nosotros somos un
grupo en resistencia cultural y popular. Las chimeneas no son sólo elementos de
embellecimiento, son discursos y como todo arte cumplen con su misión política
de defender la vida, la justicia, la libertad, la niñez, la libertad de
expresión y creación, el medio ambiente y los derechos humanos. No estamos
sometidos a ningún político, si esto fuera así no evolucionaríamos.
Vista del montaje de las Cjimeneas en una calle de Trinidad, Santa Bárbara