ELVIRA Es el inicio de la década de 1980. Me tomas de la mano cuando salimos del pequeño autobús que supongo era de color blanco con líneas azules y rojas. Hueles al bosque de las tierras altas. Yo te veo y aunque es delirante el sol, descubro que tienes tu propia luz. Yo estoy adentro de tu luz, protegido en mi primera salida al mundo, a la ciudad de Santa Rosa de Copán. —Agarre las cositas hijo. —Me dices. Yo tomo los paquetes con quinientos puros, envueltos en fibras secas de mástil de banano, los coloco en mi espalda y tú cargas también quinientos puros. Acomodo en mi cabeza un sombrerito de palma, miro de frente a la ciudad y te pregunto. —¿Y qué digo mamá? —Salude con educación. Mire a la gente y dígales “compra puros”. —Contestas. Y así comienzo a subir la ciudad, a descubrir el mundo, de pulpería en pulpería, de desprecio en desprecio, de lástima en lástima, hasta que llegamos quemados por el verano al parque de Santa Rosa, pero estoy demasiado sorpre