Ya son siete años de vivir en Gracias, una
ciudad que he aprendido a amar porque he encontrado tranquilidad, un espacio
para mis inquietudes como escritor y gestor cultural, además de manos amigas de
ciudadanos valiosos con los que he desarrollado proyectos culturales y
educativos que hoy son referencia en Honduras.
Gracias es una ciudad de mucha belleza y
contradicciones, “tierra hermosa y bárbara”, escribía yo en un ensayo sobre la
pintura de Byron Mejía; “uno sólo puede amarla con un dolor profundo” expresaba
en una conferencia hace unos meses. Aquí hay gente admirable y noble. También
hay personas que hacen mucho dinero y que no aportan al desarrollo social, es
decir “gente tan pobre que solo pisto tiene”. Debo decir que no es un comentario político,
sino sobre el compromiso de vivir con un sentido de pertenencia, visión
comunitaria y gratitud con la tierra que nos besa los sueños.
Las personas debemos decidir que somos en
la comunidad: habitantes o ciudadanos. Si usted es un habitante, jamás le atraerá
el sueño de vivir en una ciudad cultural. Si usted es ciudadano, podemos
caminar juntos, porque trata de entender a su ciudad, lee sobre ella, la guarda
con una nostalgia resplandeciente, trabaja porque sea hermosa, recibe a quien
la visita y cuenta lo mejor de ella cuando está lejos.
Una ciudad le pertenece a sus ciudadanos,
en ese sentido debemos integrarnos junto con las autoridades, reflexionar de
manera crítica y constructiva para tomar buenas decisiones. Vivimos en una
ciudad pacífica y hermosa, pero si no fortalecemos la convivencia y sus
expresiones culturales podemos perderla en un futuro próximo y convertirla en
lo que son otras ciudades: grandes espacios impersonales, llenos de inseguridad
donde uno sólo encuentra ventas de pollo frito, centenares de iglesias y
tiendas de ropa usada, realmente una desgracia histórica que bien pudo ser
diferente.
Los últimos años hemos tenido un
progresivo crecimiento en Gracias. Es verdad que mucho de eso ha sido por el
posicionamiento y la incidencia del presidente Juan Orlando Hernández, pero hay
que resaltar el mayúsculo esfuerzo de muchos ciudadanos que han dado pasos
estratégicos para aprovechar esta coyuntura e invertir. Esto es muy bueno, debe
comentarse abiertamente y con total transparencia: Gracias le debe gran parte
de su desarrollo a su hijo presidente; sin embargo, a ese impulso hay que sumar
todos los esfuerzos desde el sector privado, y desde luego, desde la
administración del gobierno municipal y del liderazgo departamental para darle
continuidad a acciones y proyectos que están en progreso.
La Cámara de Turismo de Gracias ha jugado
otro papel protagónico muy positivo, y sin duda tiene que asumir uno de los
retos mayores de este florecimiento cultural en Gracias para hacer crecer la
gestión cultural y activar todos los espacios posibles para que sean atractivos
turísticos, pero también para que generen una convivencia ciudadana que abrace
la cultura.
Es decir, necesitamos potenciar lo que
milenariamente ha estado ahí: los atributos naturales y la cultura, pero
debemos educarnos todos para conocer nuestra riqueza patrimonial, protegerla,
promocionarla y explotarla como recurso económico. Lo otro es que Gracias es
sede de unos de los eventos literario más importantes de América Latina, el
Festival Internacional de Poesía Los Confines; a muchos le parece raro que un
evento de tan alto nivel suceda en esta ciudad, pero la respuesta es simple,
mucha gente lo ha alentado y queda que muchas autoridades, que el mismo
gobierno central, educadores, centros educativos lo fortalezcan un poco más y
demuestren al mundo que Gracias está en condiciones de seguir siendo la casa
del festival.
Cuando recién llegué a la ciudad, un
componente clave que propuse fue el de formación de gestores culturales
profesionales o al menos de desarrollo de habilidades para tener esos actores
claves que discursan sobre la cultura y sus expresiones de una manera sensible
y respetuosa, generando riqueza. Aún creo que podemos lograrlo.
Pronto tendremos una Casa de La Cultura que
debemos potenciar como espacio de animación cultural. La representativa Casa
Galeano está siendo intervenida por la Cooperación Española, la Alcaldía de
Gracias y por la Mancomunidad Colosuca, será un espacio maravilloso que
recreará con cierta mirada romántica la idílica vida del siglo antepasado,
además de contar con una pieza mural exquisita que está concluyendo el artista
Mito Galeano y que merece todos los elogios.
La antigua y legendaria tradición del
Guancasco entre Gracias y Mejicana (Encuentro entre dos pueblos para
hermanarse) debe ser estudiada y documentada para no convertirla en un producto
souvenir totalmente vacío y sin sentido. Julio, el mes de la identidad en
Gracias, y sin duda desborda la expresión popular, el maravilloso sincretismo
cultural, la legendaria vida de la cultura lenca y su cacique Lempira. Gracias
cuenta con las ferias de San Marcos, San Sebastián y Mejicapa a las que también
debemos prestar atención para que recuperen su esplendor y la tradición que las
ha sostenido y alimentado. Las universidades de Gracias seguro avanzarán para
ser verdaderas fuentes de conocimiento, investigación y generación de
postulados que orienten hacia donde debe avanzar el desarrollo enmarcado en el
patrimonio cultural y sus expresiones.
Las autoridades municipales siguen
haciendo esfuerzos por proteger el centro histórico que ha sufrido mucha
tensión. Recordemos que esta es la primera cara de Gracias, la primera impresión
de su belleza: esa epifanía de encontrar en la distancia una ciudad detenida en
el tiempo, sus casonas de umbrales amplios, patios internos con jardines hermosos,
sus acogedores espacios públicos como la Plaza Central, la Plaza San Sebastián,
el Anfiteatro del Jardín Botánico, los atrios de sus iglesias barrocas, los
parquecitos infantiles, los mercados donde aún podemos asomarnos a la cultura
lenca, el Centro de Visitantes de Celaque, las caminatas donde la mirada se
sacia queriendo descifrar que dice la niebla en la montaña más alta de
Honduras. Y quizá lo más luminoso, Gracias es la entrada al mundo de la cultura
lenca, al corredor de las iglesias barrocas, a las artesanías lencas y a los
ocultos rituales de la fertilidad, al café de las tierras altas, a la esperanza
que sostienen las niñas y niños que más leen en Honduras.
Abrir las puertas de una ciudad al mundo
no debe preocuparnos si nuestra carta de presentación es la cultura. No es el
turismo el que sostiene a la cultura, todo lo contrario: es la cultura la que
le da contenido al turismo y características únicas porque devela la belleza y
la memoria. La gente viene a Gracias por acercarse a los grandes relatos
culturales y simbólicos de esta tierra que cuenta con espacios de expresión
artística de talla continental y abraza a las personas que caminan para que se
detengan a contemplar la majestuosidad de Los Confines, por un instante al
menos para respirar en paz y luego seguir el camino.
La poeta española Martha Alonso vino a
Gracias durante el Festival de Los Confines y escribió un poema que bien puede
resumir la ciudad “Si tuviera que hablarle al mundo/
de aquel país,/ diría muchas cosas que me callo/ porque prefiero regresar.”
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