La última novela del escritor hondureño Óscar Estrada tiene por título "El pescador de sirenas" y trata de la vida del poeta Juan Ramón Molina.
Publicada por la Editorial Casasola,
es un magnifico texto cuya característica central es la diversidad de ópticas
narrativas, pues el autor no hace usanza tradicional del argumento, entendido
como el hilo clásico del relato, sino más bien en una suerte de paralelismos
narrativos que se bifurcan hasta crear una subjetividad orgánica que envuelve
al lector.
Óscar Estrada es uno de nuestros
escritores hondureños jóvenes con un recorrido exitoso. Lo de joven es un
calificativo de edad, porque su producción realmente es muy valiosa, y lo mejor
de todo, no pertenece a esa pléyade de “escritores sin obra”, o a quienes creen
que, por alguna beligerancia política o causa, se les exceptúa de no escribir o
de escribir mal, y de creerse referencias de la literatura y del pensamiento de
nuestro tiempo.
Óscar Estrada es guionista, novelista
y cineasta graduado en la Escuela Internacional de Cine y TV de La Habana, ha
publicado la novela “Invisibles” en 2012, “Honduras, crónicas de un pueblo
golpeado” en 2013 y el libro de cuentos “El Dios de Víctor y otras herejías” en
2015. Como editor Óscar Estrada ha sido galardonado con los premios
International Latino Book Awards por “Vidaluz Meneses: Flame in the air” en
2013 y Best Cover Design and Best Poetry Book Multi-Author 2016 del
International Latino Book Awards por el libro “Women´s Poems of Protest and
Resistance 2009-2014”.
En la novela “El pescador de
sirenas”, el autor se apropia del relato abierto, la entrevista, el género
epistolar, la investigación documental, la crónica y las reminiscencias
fragmentarias sobre la vida de Juan Ramón Molina recurriendo a conversaciones
con personajes históricos y otros que pertenecen a la ficción.
La mirada del autor es fresca; unas
veces es alentada por la invención que se traslapa magistralmente en la
crónica, que sin duda es la que le da el balance no sólo de recrear una época,
sino de atinar miradas certeras sobre un tiempo histórico cuyo panorama se
insinúa porque al fin y al cabo la idea no es contar la verdad, ni la realidad,
sino indagar con las herramientas subjetivas literarias del sujeto narrativo el
devenir individual de un personaje entre la maraña de sucesos históricos que
son vistos desde otro tiempo (no sólo el de la voz narrativa, sino también
nuestro) generando un distanciamiento que amplia la subjetividad de los juicios
y no permite asumir una postura sino múltiples hipótesis de lo que realmente
era la cotidianeidad del personaje y del país.
Es decir, la novela es ficción de la
historia y como tal acude con total libertad a apropiarse de toda la
información posible para convertirse en materia literaria, incluso hay hilos
narrativos que se dejan tentar por el legado de la tradición oral o más bien de
la leyenda urbana que en la medida pasa el tiempo mutan y envuelven al Molina
en el mito, convirtiéndolo en un personaje, en un sujeto poético más que en
sujeto histórico y autor literario clave de nuestra tradición.
“El pescador de sirenas” es una novela muy
bien lograda, seria poco meritorio decir que su mayor importancia radica en que
mantiene viva la memoria de Juan Ramón Molina o por el desborde apasionado que
todo lector siente con una inclinación casi morbosa para internarse en los
pequeños detalles de la vida privada del poeta más legendario de Honduras (Qué
son un acierto en la novela), sino porque nos planta ante la nueva narrativa
hondureña, escrita por los jóvenes que sin temores asumen el relevo
generacional.
Desde la ficción, Óscar Estrada nos
asoma a un mundo histórico y a una cotidianeidad abismal a finales del siglo
XIX y principios del siglo XX; los retazos descriptivos de una Tegucigalpa
adormecida entre el letargo de su histórica y su ingenuidad bucólica, donde
bullía una clase política que se disputaba el país en riñas de resultados
ingratos, revueltas sangrientas y el descaro de apropiarse vorazmente de los
recursos y almas de la patria en desgracia.
Óscar Estrada ha logrado retratar el
país desde la ficción; si bien su relato nos remite a un momento histórico de
la vida de Juan Ramón Molina, los chispazos narrativos de la voz de la trama
que hilvana la historia muchos años después de la muerte de Juan Ramón Molina,
en el contexto de resaca de la dictadura de Carias, también nos abre el telón a
otro espacio temporal, donde el poder había normalizado (y naturalizado) su
violencia desde la estructura estatal.
Juan Ramón Molina y Honduras no
pueden separarse nunca: él es su parto y ella su invención. Al poeta le tocó
cruzar un tiempo rudo; lo que sabemos de él, casi siempre se asoma matizado por
el idealismo, el aura de la leyenda y hasta la invención.
Es seguro que vendrán nuevas
investigaciones sobre la vida de Juan Ramón Molina para esclarecer desde otras
perspectivas (la historia, por ejemplo) los detalles febriles de una vida que
todos suponen apasionante, pero que, bajo una mirada mesurada y fría, resulta
trágica, no por el signo de algún idealismo poético, sino por vivir en los
albores de la fundación de las desgracias sociales y políticas que aún nos
siguen atormentando más de un siglo después. Pero Molina es (Parodiando a Vila
Mata) la concretización de una de las especies o los reflejos de “Bartleby y
compañía”, una que mutó como enfermedad tropical producida por el letal virus
de “la literatura del no”.
La buena noticia es que “El pescador
de sirenas” es narrativa de alta calidad y nos regresa a un Juan Ramón Molina
abstraído en sus propios laberintos, ardiendo en la incomprensión y acentuando
la verdad de la periferia de la creación poética, ese signo que es ley de la
desgracia en un país donde la sensibilidad e inteligencia de sus mujeres y
hombres es aplastada por el poder y el cacicazgo. Sucedió y sucede hoy. Óscar
Estrada nos lo recuerda con una gran novela.
(Fotografías del archivo del autor Óscar Estrada)
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