Nunca comprendí esa camisa de fuerza impuesta por el sistema educativo a la lectura. Ni esos sermones sentenciosos hacia los niños y las niñas, de gente que no lee, y lo más horrible, de gente “experta en lectoescritura”, que nada más se acorazan en tecnicismos y datos inútiles. Cuando pensamos en la situación de la educación básica en el departamento de Lempira, las estadísticas no son muy alentadoras: bajo rendimiento académico, falta de recursos educativos, escases de docentes, hacinamiento, deserción o infraestructura en mal estado. A la hermosura de los paisajes de Lempira y sus legendarios relatos se antepone la desigualdad. Tierra de miseria y belleza, agraciada y bárbara. Uno sólo puede amarla con un dolor profundo. Es ahí, adentro de la necesidad, donde ha nacido uno de los mejores espacios de creación infantil de América Latina. Por método debo denominarlo “proyecto de bibliotecas”, pero al ver los resultados de estos años, esa denominación queda rebasada y podemos hablar
El poeta hondureño Samuel Trigueros ha publicado en España su séptimo libro de poesía bajo el título “Una canción lejana” con Imperium Ediciones. El libro consta de treinta y seis poemas y es acompañado por una introducción de Leonel Alvarado, un escritor y académico hondureño que reside en Nueva Zelanda. Samuel Trigueros salió al exilio hace unos años debido a que su vida y la de su familia estaba en peligro por la violencia y la persecución política. Ha tenido en el extranjero un tiempo muy duro, sin embargo, en medio de la necesidad y con grandes sacrificios se mantiene activo como escritor y gestor cultural. Aunque la muerte ha cruzado los parajes de sus libros y haya tenido que enfrentarla para desenmascarar a quienes dan la orden superior, no habíamos leído un libro de Trigueros donde la muerte es un centro del que parten y desembocan cada uno de los poemas. “Una canción lejana” se mueve entre las resonancias subterráneas y la luz de los días; posee un yo poético mutilado (u